Las profecías tratan sobre cosas que no han ocurrido todavía, pero de las que Dios ya nos ha hablado. Algunas de ellas son signos que les dio a los profetas para que escribieran sobre ellas, como por ejemplo en los libros de Isaías y Daniel. Algunas de ellas fueron entregadas a personas directamente por Dios en la carne, como las profecías del Señor Jesús sobre los últimos días. La manera en la que se cumple una profecía concretamente no es algo que podamos comprender los seres humanos. Lo que quiero expresar aquí es que todos sabemos que las profecías no son algo que las personas puedan entender completamente, pero muchos todavía intentan utilizar sus propias ideas e imaginaciones cuando contemplan las profecías bíblicas. Predican sin limitación alguna basándose en el significado literal de las profecías. Este es un problema muy grave. No solamente pueden causar así daños a los demás, sino que además pueden confundirles de manera en que llegan a perder la salvación de Dios o incluso a resistirse a Dios.
Como en la Era de la Ley, los fariseos de la fe judía conocían bien la ley y estaban bien instruidos en la Biblia, en particular en lo que concernía al advenimiento del Mesías. El Libro de Isaías profetiza: “Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Isaías 7:14). “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). El Libro de Miqueas profetiza: “Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Aun así, los fariseos siguieron confiando en sus propias ideas e imaginaciones para interpretar el significado de estas escrituras. Creían que Aquel que estaba por venir sería llamado Mesías y sería su Señor, que sería majestuoso, exaltado, y que les salvaría del dominio de los romanos. Sin embargo, las profecías se cumplieron de manera completamente diferente a lo que ellos imaginaron. Se había profetizado que una virgen daría a luz a un hijo, pero los fariseos vieron que el Señor Jesús tenía una madre y un padre. Estaba profetizado que se llamaría Emmanuel, pero el que vino se llamó Jesús. Se profetizó que el Mesías tomaría el poder, pero el Señor Jesús no sólo no los llevó a derrotar al régimen romano, como ellos imaginaron, sino que además les enseñó a amar a sus enemigos, a perdonar y a ser tolerantes. El Señor Jesús también parecía ser una persona común en apariencia exterior, no tenía una imagen ensalzada ni una presentación extraordinaria… Por eso, los fariseos concluyeron que el Señor Jesús no era el Mesías que estaban esperando. Se aferraron a las palabras de las profecías y no buscaron humildemente lo que el Señor Jesús predicó. Sabían bien que Sus palabras tenían autoridad, pero no las aceptaron, sino que blasfemaron y calumniaron contra Él en todo, incitando a la gente a rechazar al Señor Jesús. Al final, lo crucificaron, cometiendo el pecado más atroz.
Está claro que, cuando observamos las profecías, no podemos delimitar en absoluto cómo se cumplen basándonos en nuestras concepciones. Como dijo Pedro el Apóstol: “Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en vuestros corazones. Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios” (2 Pedro 1:19-21). Las palabras de Pedro nos aclaran que las profecías vienen de Dios y la actitud correcta hacia ellas es observar, esperar y buscar. No debemos interpretarlas según nuestro conocimiento. De esa manera, aunque una profecía se haya cumplido, lo negaríamos porque nos estaríamos aferrando a su significado literal.
Entonces, ¿cómo debemos tratar las profecías en la actualidad? La Biblia predijo: “Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y entonces todas las tribus de la tierra harán duelo, y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). Basándose en este versículo de la Biblia muchas personas creen que el Señor descenderá en una nube y si no ven al Señor en una nube pensarán que no ha regresado. Entonces no prestarán atención al hecho de que la Biblia también profetizó: “He aquí, vengo como ladrón” (Apocalipsis 16:15). “Pero a medianoche se oyó un clamor: ‘¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo’” (Mateo 25:6). ¿No será fácil perderse el advenimiento del Señor? La Biblia dice: “¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quien ha conocido la mente del Señor?, ¿o quien llego a ser su consejero?, ¿o quien le ha dado a El primero para que se le tenga que recompensar? Porque de El, por El y para El son todas las cosas […]” (Romanos 11:33-36). Eso es cierto. ¿Quién de nosotros puede comprender las obras de Dios? Confiamos en nuestras imaginaciones cuando observamos las profecías del retorno del Señor en los últimos días. Delimitamos Su advenimiento y si no se conforma a nuestras nociones nos negamos a aceptarlo e incluso nos resistimos a Él y lo condenamos. ¿No es esto arrogante e irracional?
Hace dos mil años, el Señor Jesús terminó la obra de la Era de la Ley y comenzó la obra de la Era de la Gracia, pero los fariseos judíos no la aceptaron. Utilizaron el significado literal de las profecías y confiaron en sus nociones e imaginaciones para condenar la obra del Señor Jesús, causando una gran tragedia en la historia. En este momento crítico de darle la bienvenida al advenimiento del Señor no podemos seguir los pasos de esos fariseos; no podemos pensar en el retorno del Señor a través de nuestras nociones e imaginaciones. Jehová dijo: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos […] Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9). El Señor Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). La sabiduría de Dios es inalcanzable, y como cristianos, debemos mantener un corazón reverente ante Dios cuando consideramos las profecías del regreso del Señor. Sólo si buscamos y oramos, podemos entender el verdadero significado de las profecías, darle la bienvenida al retorno del Señor Jesús, y alcanzar la salvación de Dios de los últimos días.
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
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