Escuchar la palabra de Dios Todopoderoso

¡Dios es mi luz y mi salvación!

¿Por qué no se hace la obra de Dios en los últimos días a través de personas usadas por Dios?

2020-06-08 00:25:45 | Palabras de Dios

La respuesta de la palabra de Dios:

La obra de todo el plan de gestión de Dios está realizada personalmente por Dios mismo. La primera fase —la creación del mundo— fue llevada a cabo por Él, y de no haber sido así, nadie habría sido capaz de crear a la humanidad. La segunda etapa fue la redención de toda la humanidad, y también la hizo Dios mismo. La tercera es evidente: existe una necesidad incluso mayor de que acabe ya toda obra que Él tenga que hacer por sí mismo. Dios lleva a cabo, personalmente, toda la obra de redimir, conquistar, ganar y perfeccionar a la totalidad de la humanidad. Si Él no hiciera esta obra personalmente, Su identidad no podría ser representada por el hombre ni este podía realizar Su obra. Para derrotar a Satanás, con el fin de ganar a la humanidad y para darle al hombre una vida normal en la tierra, Él dirige al hombre y obra en medio de él de manera personal; por el bien de todo Su plan de gestión y por toda Su obra, Él debe hacer esta obra personalmente. […] Sólo llevándola a cabo Él mismo puede Dios realizar esta obra de forma concienzuda y completa. El hombre no puede hacerlo en nombre de Dios. Al no tener la identidad de este ni Su esencia, es incapaz de efectuarla; aunque la hiciera, no tendría efecto alguno. La primera vez que Dios se encarnó fue por la redención, para redimir a toda la humanidad del pecado, para que el hombre pudiera ser purificado y perdonado por sus pecados. Dios realizó también, personalmente, la obra de conquista en medio del hombre. Si, durante esta fase Dios sólo hablara profecía, un profeta o cualquiera que tuviera un don podría ocupar Su lugar; si sólo se pronunciaran profecías, el hombre podría sustituir a Dios. Con todo, si el hombre fuera a hacer personalmente la obra de Dios mismo y producir la vida del hombre, le sería imposible hacer esta obra. Es Dios mismo quien la tiene que hacer: Dios debe venir personalmente en carne para hacer esta obra. En la Era de la Palabra, si sólo se pronunciaban profecías, Isaías o el profeta Elías podrían haber realizado esta obra, y no habría necesidad alguna de que la hiciera Dios mismo. Al no tratar la obra realizada en esta etapa de mero pronunciamiento de profecías, y al ser de mayor importancia que se use la obra de palabras para conquistar al hombre y derrotar a Satanás, el hombre no puede realizar esta obra y debe hacerla Dios personalmente. En la Era de la Ley, Jehová llevó a cabo parte de la obra de Dios, tras lo cual habló algunas palabras e hizo alguna obra por medio de los profetas. Esto se debe a que el hombre podía sustituir la obra de Jehová y los videntes podían predecir cosas e interpretar algunos sueños en Su nombre. La obra realizada en el principio no fue la de cambiar directamente el carácter del hombre y no tenía nada que ver con el pecado de este, a quien sólo se le pedía que se atuviera a la ley. Por tanto, Jehová no se encarnó ni se reveló al hombre, sino que habló directamente a Moisés y otros, los hizo hablar y obrar en Su nombre y que trabajaran directamente en medio de la humanidad. La primera fase de la obra de Dios fue el liderazgo del hombre. Fue el comienzo de la batalla con Satanás, pero esta todavía tenía que empezar de un modo oficial. Esta guerra contra Satanás se inició con la primera encarnación de Dios y ha seguido hasta el día de hoy. El primer ejemplo de esta guerra fue cuando el Dios encarnado fue clavado en la cruz. La crucifixión del Dios encarnado derrotó a Satanás y fue la primera etapa exitosa de la guerra. Cuando el Dios hecho carne empieza a producir directamente la vida del hombre, ese es el principio oficial de la obra de recuperar al hombre; al tratarse de la obra del cambio del antiguo carácter del hombre, lo es también de pelear con Satanás. La fase de la obra realizada por Jehová, en el principio, fue meramente el liderazgo de la vida del hombre en la tierra. Fue el comienzo de la obra de Dios y, aunque todavía tenía que implicar alguna batalla u obra importante, estableció el fundamento para la obra de la batalla por venir. Más adelante, la segunda etapa de la obra durante la Era de la Gracia implicó cambiar el antiguo carácter del hombre, y esto significa que Dios mismo forjó la vida del hombre. Era Él quien tenía que hacer estas cosas personalmente: requería que Él se hiciera carne, y si Él no se hubiera encarnado, nadie más podría haberle sustituido en esta fase de la obra, porque representaba la obra de pelear directamente contra Satanás. Si el hombre hubiera realizado esta obra en nombre de Dios, al ponerse delante de Satanás este no se habría sometido y habría sido imposible derrotarlo. Tenía que ser el Dios encarnado quien viniera a vencerlo, porque la esencia del Dios encarnado sigue siendo la de Dios, Él sigue siendo la vida del hombre y el Creador; pase lo que pase, Su identidad y Su esencia no cambiarán. De este modo, Él adoptó la forma de carne e hizo la obra para completar la sumisión de Satanás. Durante la fase de la obra de los últimos días, si el hombre tuviera que hacer esta obra y hablar directamente las palabras, sería incapaz de pronunciarlas; si se hablaran las profecías, no se podría conquistar al hombre. Al encarnarse, Dios vino a derrotar a Satanás y a provocar su completa sumisión. Derrota a Satanás por completo, conquista y gana al hombre de un modo completo, después de lo cual esta etapa de obra está completada y se ha logrado el éxito. En la gestión de Dios, el hombre no puede sustituir a Dios. En particular, la obra de dirigir la era y lanzar una nueva obra tiene mayor necesidad de que las realice Dios mismo personalmente. Darle revelación al hombre y proporcionarle profecía, es algo que el hombre puede hacer, pero si es una obra que Dios tiene que hacer personalmente, la obra de la batalla entre Dios mismo y Satanás, el ser humano no puede llevar a cabo dicha obra. Durante la primera etapa de la obra, cuando no había batalla con Satanás, Jehová dirigió personalmente al pueblo de Israel usando la profecía pronunciada por los profetas. Después, la segunda fase de la obra fue la batalla con Satanás y Dios mismo se hizo, personalmente, carne, y vino en carne para hacer esta obra. Cualquier cosa que implique la batalla con Satanás también conlleva la encarnación de Dios, lo que significa que esta batalla no puede ser librada por el hombre. Si el hombre tuviera que pelear, sería incapaz de derrotar a Satanás. ¿Cómo podría tener la fuerza de luchar contra él, cuando aún sigue bajo su dominio? El hombre está en medio: si te inclinas hacia Satanás, le pertenecerás a él; sin embargo, si satisfaces a Dios, eres de Él. Si el hombre tuviera que sustituir a Dios en la obra de esta batalla, ¿sería capaz de ello? De hacerlo, ¿no habría perecido hace ya mucho tiempo? ¿No habría entrado en el inframundo hace ya largo tiempo? Por ello, el hombre es incapaz de reemplazar a Dios en Su obra, lo que significa que el hombre no tiene la esencia de Dios y si tú pelearas con Satanás, serías incapaz de derrotarlo. El hombre sólo puede realizar alguna obra; puede ganar a algunas personas, pero no puede sustituir a Dios en la obra de Dios mismo. ¿Cómo podría el hombre luchar con Satanás? Este te retendría cautivo antes de que empezaras siquiera. Sólo Dios mismo puede librar batalla con Satanás, y sobre esta base puede el hombre seguir a Dios y obedecerle. Sólo de esta forma puede el hombre ser ganado por Dios y escapar de las ataduras de Satanás. Lo que el hombre puede lograr con su propia sabiduría, autoridad y capacidades es demasiado limitado; es incapaz de hacer al hombre completo, de dirigirle y, además, de derrotar a Satanás. La inteligencia y la sabiduría del hombre son incapaces de frustrar sus intrigas; ¿cómo podría, pues, el hombre luchar con él?

de ‘Restaurar la vida adecuada del hombre y llevarlo a un destino maravilloso’ en “La Palabra manifestada en carne”

Precisamente porque Satanás ha corrompido la carne del hombre y al ser este a quien Dios pretende salvar, Él tiene que adoptar forma de carne para librar batalla contra Satanás y pastorear personalmente al ser humano. Sólo esto es beneficioso para Su obra. Las dos formas encarnadas de Dios han existido con el fin de derrotar a Satanás, y también para salvar mejor al hombre. Esto se debe a que quien le libra batalla a Satanás sólo puede ser Dios, ya sea Su Espíritu o el Dios encarnado. En resumen, los ángeles no pueden ser quienes luchen contra Satanás y mucho menos el hombre, que ha sido corrompido por Satanás. Los ángeles son impotentes para hacerlo y el ser humano lo es aún más. Por ello, si Dios desea producir la vida del hombre, si quiere venir personalmente a la tierra para obrar en el hombre, también debe venir Él mismo en carne, es decir, debe revestirse de carne y, con Su identidad inherente y la obra que debe hacer, venir en medio del hombre y salvarlo de forma personal. De no ser así, si fuera el Espíritu de Dios o el hombre quienes llevaran a cabo esta obra, la batalla no lograría nunca su efecto ni acabaría jamás. Sólo cuando Dios se hace carne y va Él mismo a librar batalla contra Satanás, en medio de los hombres, el ser humano tiene una posibilidad de salvación. Además, sólo entonces se avergüenza Satanás y queda sin oportunidades que explotar o planes que ejecutar. La obra realizada por el Dios encarnado es inalcanzable para el Espíritu de Dios, y ningún hombre carnal puede ser llevada a cabo en Su nombre, porque la obra que Él hace es en beneficio de la vida del hombre y para cambiar el carácter corrupto del hombre. Si este tuviera que participar en esta batalla, sólo huiría en desbandada y sería sencillamente incapaz de cambiar su carácter corrupto. No tendría capacidad de salvar al hombre de la cruz ni de conquistar a toda la humanidad rebelde; sólo podría realizar un poco de la vieja obra según el principio u otra obra no relacionada con la derrota de Satanás. ¿Para qué molestarse, pues? ¿Cuál es la relevancia de una obra que no puede ganar a la humanidad, y mucho menos derrotar a Satanás? Y así, la batalla contra este sólo puede ser llevada a cabo por Dios mismo, y es sencillamente imposible que el hombre la haga. El deber del hombre consiste en obedecer y seguir, porque no es capaz de realizar la obra de apertura de una nueva época y, además, tampoco puede hacer la obra de pelear contra Satanás. El hombre sólo puede satisfacer al Creador bajo el liderazgo de Dios mismo, por medio del cual es derrotado Satanás; esto es lo único que el hombre puede hacer. Por eso, cada vez que empieza una nueva batalla, es decir, cada vez que empieza la obra de la nueva era, es Dios mismo quien la realiza personalmente; a través de ella, dirige toda la era y abre un nuevo camino para toda la humanidad.

de ‘Restaurar la vida adecuada del hombre y llevarlo a un destino maravilloso’ en “La Palabra manifestada en carne”

sólo puede ser completamente derrotado si Dios en la carne juzga la corrupción de la humanidad. Al ser igual que el hombre poseyendo una humanidad normal, Dios en la carne puede juzgar directamente la injusticia del hombre; esta es la marca de Su santidad innata y Su ser extraordinario. Sólo Dios está calificado y en la posición de juzgar al hombre porque Él es poseedor de la verdad y la justicia y por eso es capaz de juzgar al hombre. Los que no tienen la verdad y la justicia no son aptos para juzgar a los demás.

de ‘La humanidad corrupta necesita más que nadie la salvación del Dios encarnado’ en “La Palabra manifestada en carne



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