Seguir a Dios

El amor de Dios es la fortaleza de mi vida

Resulta que el carácter de Jesús no solo es misericordioso, sino también justo

2019-09-19 23:59:34 | Reflexiones Cristianas

Cuando hablamos del Señor Jesús todos pensamos en Su amor abundante por nosotros; Él vino personalmente al mundo para redimir a la humanidad y fue un Hombre inocente que fue crucificado en la cruz, y este acto manifiesta completamente Su amor por toda la humanidad. La Biblia dice: “por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la Aurora nos visitará desde lo alto, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pies en el camino de paz” (Lucas 1:78-79). Todo cristiano que acepta la salvación del Señor disfruta de la gracia abundante que nos concede a nosotros, y experimentamos la paz y el gozo que nos trae. Por lo tanto, muchas personas creen que el carácter del Señor Jesús es eternamente amoroso y misericordioso

Jesús reprende a los fariseos

Esto es lo que yo pensaba también después de haber creído en el Señor durante muchos años. Pero, entonces leí el pasaje de la Biblia donde el Señor Jesús regaña a los fariseos: “Por eso os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12:31-32). De estas palabras, en las que el Señor Jesús condena y maldice a los fariseos, vi que Su actitud hacia ellos era de odio y aversión, y entendí de esto que el carácter de Dios también tiene una cara que no tolera ninguna ofensa. Al llegar a este entendimiento, me sentí muy sorprendido, y me puse a pensar: ¿Puede ser que el carácter del Señor Jesús no sea sólo misericordioso y amoroso, sino que también sea majestuoso y lleno de ira? Como no entendía completamente este asunto, empecé a buscar la respuesta.

Gracias al Señor porque, después de un tiempo, mi búsqueda finalmente dio resultados. Leí varios pasajes de las palabras de un libro: “En primer lugar, sabemos que el carácter de Dios es majestad e ira. Él no es una oveja a la que cualquiera puede matar; más aún, no es un muñeco para que las personas lo controlen como quieran. Tampoco es aire que alguien pueda manejar a su antojo. Si crees realmente que Dios existe, debes tener un corazón que teme a Dios y debes saber que no se debe enojar a la esencia de Dios”. “¿Cuál es la actitud de Dios hacia las personas que ofenden Su carácter y Sus decretos administrativos? ¡Desprecio extremo! ¡Las personas que no se arrepienten de afrentar el carácter de Dios lo enfurecen en extremo! Estar ‘enfurecido’ es simplemente un sentimiento, un estado de ánimo; no puede representar una actitud clara. Pero este sentimiento, este estado de ánimo, dará lugar a un desenlace para esta persona: ¡llenará a Dios de absoluta aversión!” “El amor de Dios por el hombre no es de esa clase que mima o consiente; Su misericordia y tolerancia hacia la humanidad no son indulgentes ni descuidadas. Por el contrario, el amor de Dios por la humanidad consiste en apreciar, compadecer y respetar la vida; Su misericordia y tolerancia transmiten Sus expectativas del hombre y son lo que la humanidad necesita para sobrevivir. Dios está vivo, y existe realmente; Su actitud hacia la humanidad es ejemplar, no es en absoluto una regla dogmática, y puede cambiar. Su voluntad para la humanidad cambia y se transforma gradualmente con el tiempo, con las circunstancias, y con la actitud de todas y cada una de las personas”.

A través de estos pasajes, llegué a entender que Dios es el Señor de la creación y que, aunque Él está lleno de misericordia y amor por la humanidad, también está exaltado, y que, por supuesto, Su carácter no tolera ninguna ofensa. Cuando la gente blasfema contra Dios sin escrúpulos, e incluso llega a luchar contra Él y a oponerse a Él, entonces el castigo de Dios llega a ellos; sin embargo, Dios es amoroso y misericordioso para los que siguen las palabras de Dios, los que obedecen Su obra y los que tienen corazones temerosos de Dios. A través de esto podemos ver que la actitud de Dios hacia el hombre no es inmutable, sino que cambia con la actitud del hombre hacia Dios—este es el carácter justo de Dios.

Recordando cuando el Señor Jesús vino a la tierra a hacer Su obra, vemos que expresó muchas verdades e hizo muchos milagros y señales. Los fariseos, sacerdotes y escribas sabían perfectamente que las palabras y la obra del Señor Jesús tenían autoridad y poder, pero, con el fin de salvaguardar sus posiciones y sustentos, imprudentemente se inventaron rumores y juzgaron y denigraron al Señor, tanto que incluso blasfemaron contra el Señor Jesús, diciendo que expulsaba demonios apoyándose en el Demonio, e intentaron evitar que la gente corriente le siguiera. Su actitud de ser hostiles a la verdad y estar hartos de la verdad ofendió el carácter de Dios, y por eso el Señor Jesús les odió y maldijo para que sufrieran desgracias, diciendo que ellos eran de la índole de la serpiente y los hijos del infierno. Entonces estaba Judas, el discípulo del Señor Jesús, quien siempre robaba dinero al Señor Jesús y se lo gastaba, quien no apreció Sus palabras y no tuvo amor por la verdad en absoluto. También vendió al Señor Jesús por 30 piezas de plata, convirtiéndose así en un traidor vergonzoso que ofendió el carácter de Dios gravemente, y quien, al final, fue maldecido por Dios y murió porque le estalló el estómago. También está la historia de Ananías y su mujer, quienes se quedaron una parte del dinero que ganaron cuando vendieron su tierra. Al hacer esto, no sólo engañaron a otras personas, sino que también mintieron descaradamente al Espíritu Santo. Así ofendieron el carácter de Dios y Dios los aniquiló. Estos hechos sobre la obra de Dios demuestran que el carácter de Dios no sólo es misericordioso y amoroso, sino que también es majestuoso y de ira, y esta es la encarnación del carácter justo de Dios. Aunque Dios ama a la humanidad a la que Él creó con Sus propias manos, a los que se rebelan contra Él y se oponen a Él descaradamente, Él revela otra cara de Su carácter justo—la de ira profunda. Así, llegué a entender que la misericordia y el amor del Señor Jesús no se nos otorgan perpetuamente. Cuando no seguimos el camino de Dios y nos enfrentamos a Dios y actuamos de manera hostil hacia Él, entonces Él desata Su majestuosidad e ira sobre nosotros, y la ofrenda del pecado que el Señor Jesús hizo en nuestro nombre se hace nula y sin efecto. Como dice la Biblia: “Porque si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados” (Hebreos 10:26).

Entonces, Dios será misericordioso y amoroso con los que aman la verdad, los que aceptan la verdad, los que se arrepienten sinceramente y pueden cumplir las palabras de Dios, siempre que no blasfemen contra el Espíritu Santo, tomemos como ejemplo a Pedro y Juan, los seguidores del Señor Jesús, así como a personas como el recaudador de impuestos Mateo, quien se arrepintió y confesó al Señor. Cuando escucharon la llamada del Señor Jesús, lo dejaron todo y le siguieron. Escucharon con esmero Sus sermones, tuvieron sed de Sus palabras, y el Señor Jesús los trató con misericordia y amor. El Señor también vivió con ellos, dándoles Sus bendiciones y dirección. En aquel entonces, como Pedro no entendió la obra que el Señor Jesús tenía que hacer, intentó obstruir la obra de Dios por la bondad de su corazón antes de que el Señor fuese crucificado, y así se convirtió en uno de los lacayos de Satanás. Cuando dijo: “[...] ¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá” (Mateo 16:22). El Señor le reprendió, diciendo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” (Mateo 16:23). En estas palabras podemos ver que el Señor Jesús detestó la acción de Pedro. Pero el Señor escudriña los corazones de los hombres y perdona la inmadurez de las estaturas de los hombres, y no castigó a Pedro, sino que le dio una oportunidad para arrepentirse. Cuando Pedro se dio cuenta de lo que había hecho, a menudo sintió remordimientos por su acción y, al final, el Señor no recordó la transgresión de Pedro, sino que le concedió el trabajo de guiar a la iglesia.

Entonces, quedé convencido de que el carácter del Señor Jesús no es sólo misericordioso y amoroso, sino que también es justo, majestuoso y lleno de ira. Si delimitamos para siempre al Señor Jesús a ser sólo un Dios misericordioso y amoroso, porque hemos disfrutado del amor y la misericordia del Señor, y si creemos que Dios nunca se enojara con nosotros sea cual sea el pecado que cometamos, sino que será misericordioso e indulgente con nosotros, entonces seremos propensos a desagradar a Dios con nuestras acciones y a ofender Su carácter debido a que no tendremos un corazón temeroso de Dios. Entonces leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Dios es un Dios vivo, y así como las personas actúan de forma diferente en distintas situaciones, Su actitud hacia estas actuaciones difiere, porque Él no es un muñeco ni aire. Llegar a conocer la actitud de Dios es una búsqueda valiosa para la humanidad. Las personas deberían aprender que, conociéndola, pueden conocer Su carácter y entender Su corazón poco a poco. Cuando llegues a entender el corazón de Dios poco a poco, no sentirás que temerle y apartarte del mal sea algo difícil de conseguir. Además, cuando comprendes a Dios, no es probable que saques conclusiones sobre Él. Y cuando dejas de hacerlo, aún es menos probable que le ofendas, y Él te llevará sin que te des cuenta a tener un conocimiento de Él, y así le temerás en tu corazón. Dejarás de definirle mediante las doctrinas, las letras y las teorías que has dominado. En su lugar buscarás siempre los propósitos de Dios en todas las cosas, y así te convertirás de forma inconsciente en una persona según el corazón de Dios”. Este pasaje me permitió entender que sólo conociendo el carácter de Dios podremos enfrentarnos a cualquier situación con la que nos encontremos con cuidado y precaución. Especialmente en este tiempo crucial de los últimos días, durante el que damos la bienvenida al regreso del Señor, no podemos determinar estas cosas, por ejemplo, cómo el Señor vendrá en los últimos días, qué obra hará, basándonos en nuestras propias ideas e imaginaciones, y aún más, no deberíamos delimitar al Señor de ninguna manera. Debemos albergar un corazón temeroso de Dios y buscar más en todas las cosas con el fin de evitar delimitar y desafiar a Dios, ofender el carácter de Dios y cometer el mismo error que los fariseos al confiar en nuestras ideas equivocadas e imaginaciones. Es obvio que entender el carácter de Dios es extremadamente importante para todos y cada uno de los que creen en Dios.

Scripture quotations taken from LBLA Copyright by The Lockman Foundation.  

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¿Qué significa Cristo?

2019-09-19 21:57:14 | Reflexiones Cristianas

Confío en que todos nosotros estamos familiarizados con la palabra “Cristo”. En la Biblia está registrado: “El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos (Mateo 16:15-17). Muchas personas ven estos versículos y dicen sin pensar: “Cristo es el Señor Jesús encarnado” o “Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios”, y otros dicen: “Cristo es el Hijo del hombre”, “Cristo significa el ungido”. Pero ante estas afirmaciones, algunas personas se sienten desconcertadas: los profetas, los reyes y los sacerdotes del Antiguo Testamento fueron ungidos, ¿de modo que también son Cristos? Entonces, ¿qué es Cristo?

Jesucristo

Para abordar esa pregunta, primero veamos dos pasajes de la palabra de Dios: “El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne que se viste con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente de cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y sangre, sino que es la personificación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo”. “El Dios que se hizo carne se llama Cristo, y así el Cristo que les puede dar a las personas la verdad se llama Dios. No hay nada excesivo en esto [...] Cristo no es sólo la manifestación de Dios en la tierra, sino que es la carne particular asumida por Dios a medida que cumple y completa Su obra entre los hombres. Esta carne no es una que cualquier hombre pueda reemplazar, sino una que pueda adecuadamente llevar la obra de Dios en la tierra y expresar el carácter de Dios y representar bien a Dios y proveer al hombre con la vida”. Estos dos pasajes revelan aspectos de la verdad con respecto al Dios encarnado. Cristo es la carne de Dios encarnado, es decir, la materialización del Espíritu de Dios en un cuerpo carnal con humanidad normal y pensamiento normal. Él se convierte en una persona normal y corriente para obrar y hablar en el mundo humano. En apariencia, Cristo es el Hijo del hombre ordinario y normal, pero Su esencia es diferente a la de todas las personas: los seres humanos creados solo tienen una humanidad normal, y no tienen la esencia divina; Cristo no sólo tiene una humanidad normal, sino que, lo que es más importante, tiene una divinidad completa, tiene la esencia de Dios, puede expresar toda la verdad, puede expresar el carácter de Dios y todo lo que Dios tiene y es, y puede conceder la verdad, el camino y la vida a las personas. Tal como dijo el Señor Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;” (Juan 14:6). Cristo es la aparición de Dios en la tierra. Hace dos mil años, el Señor Jesús vino a la tierra para obrar, finalizó la Era de la Ley, comenzó la Era de la Gracia, expresó las verdades requeridas para la obra de la redención, enseñó a las personas a confesar sus pecados, a arrepentirse, a amar a los demás como a sí mismos y realizó todo tipo de milagros, como curar a los enfermos, expulsar demonios, hacer ver a los ciegos, hacer caminar a los cojos, curar leprosos, resucitar a los muertos, alimentar a 5,000 personas con cinco panes y dos peces, aplacar el viento y el mar con una palabra, y así sucesivamente. Toda esta obra fue una expresión directa de Su divinidad, y también una manifestación de la autoridad y el poder de Dios. Estas son cosas que ningún ser humano puede poseer o lograr. Es debido a que Cristo expresa Su obra divina en un cuerpo carnal con humanidad normal, y que puede expresar la verdad en cualquier momento y lugar, suministrar, regar, pastorear al hombre, y guiar a toda la humanidad, que podemos decir que Él es Cristo, el Dios encarnado.

Entonces, ¿por qué los profetas o aquellos que Dios usa no pueden ser llamados Cristo? Ciertamente hay una verdad que buscar en esta cuestión. Leamos algunos pasajes de la palabra de Dios: “Isaías, Ezequiel, Moisés, David, Abraham y Daniel fueron líderes o profetas entre el pueblo escogido de Israel. ¿Por qué no se les llamó Dios? ¿Por qué no dio testimonio de ellos el Espíritu Santo? ¿Por qué dio testimonio de Jesús el Espíritu Santo tan pronto como comenzó Su obra y empezó a hablar Sus palabras? ¿Y por qué no dio testimonio de otros el Espíritu Santo? Ellos, los hombres que eran de carne, fueron todos llamados ‘Señor’. Independientemente de cómo los llamaran, su obra representa su ser y su esencia, que a su vez representan su identidad. Su esencia no está relacionada con sus apelativos; está representada por lo que ellos expresaban, y por lo que vivían. En el Antiguo Testamento, no era nada extraordinario el ser llamado Señor, y una persona podía ser llamada de cualquier forma, pero su esencia y su identidad inherente eran inmutables”. “Las palabras del Dios encarnado inician una nueva era, guían a toda la humanidad, revelan misterios y le muestran al ser humano la dirección de avance en una nueva era. La iluminación obtenida por el hombre no es sino simple práctica o conocimiento. No puede guiar a toda la humanidad a una nueva era ni revelar el misterio de Dios mismo. Después de todo, Dios es Dios, y el hombre es hombre. Dios tiene la esencia de Dios, y el hombre la del hombre”. A partir de este pasaje, podemos ver fácilmente que la esencia del Señor Jesucristo es Dios, que Él puede hacer directamente la propia obra de Dios, expresar todo lo que Dios tiene y es, y dar a las personas la verdad, el camino y la vida. Nadie más podría hacer esto en Su lugar, nadie en absoluto. Los que están corrompidos por Satanás poseen solo humanidad, no pueden expresar la verdad y no pueden hacer la obra de Dios. Al igual que en la Era de la Ley en el Antiguo Testamento, muchos profetas antiguos como Moisés, Daniel e Isaías llevaron a la gente a obedecer los mandamientos y las palabras de Dios sobre la base de la obra de Dios en la Era de la Ley, difundiendo las profecías entre los israelitas según lo instruido por Dios, o transmitiendo las palabras de Dios, como recordatorios y admoniciones a los israelitas, y así sucesivamente, que estaban  completamente bajo los deberes del hombre. Sin las instrucciones de Dios, su papel de transmitir las palabras de Dios cesaría. Esto prueba que los mismos profetas no tenían verdad ni forma de vida. Eran simplemente personas que fueron usadas por Dios y cooperaron con la obra del Espíritu Santo. Aunque son llamados los ungidos, no son Cristos. Por lo tanto, Dios tiene la esencia de Dios, y el hombre la esencia del hombre. Determinar si alguien es Cristo requiere ver si tiene la esencia de Dios, si puede expresar la verdad y si puede hacer la obra de salvar a la humanidad, no en el nombre con el que se le llama. No importa cómo se llamen, los seres creados son siempre humanos, y no son Cristos. Por lo tanto, podemos entender a Cristo como la carne encarnada del Espíritu de Dios. La esencia de Cristo es la combinación de la humanidad normal y la divinidad completa, y Él es Dios mismo en la tierra.

Gracias a esta enseñanza, creo que ahora entendemos un poco lo que es Cristo. Para entender este aspecto de la verdad con mayor claridad, también debemos buscar y contemplar más, porque esto es muy útil para que recibamos el regreso del Señor. La Biblia profetiza: “Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27). “Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que El padezca mucho y sea rechazado por esta generación” (Lucas 17:24-25). Estas profecías mencionan “... la venida del Hijo del Hombre” y todos sabemos que el Señor Jesús es llamado el Hijo del hombre y Cristo. Por lo tanto, es muy probable que la “venida del Hijo del Hombre” mencionada por el Señor Jesús se refiera a que Dios regrese encarnado en los últimos días. La forma como entendemos al Dios encarnado y la forma como entendemos a Cristo en los últimos días está directamente relacionada con el asunto de si podemos obtener la salvación de Dios, por lo que debemos buscar cuidadosamente la obra y las palabras de Dios, así como escuchar la voz de Dios, si queremos recibir la aparición del Señor.

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¿Por qué los nombres de Dios son diferentes?

2019-09-17 23:42:05 | Reflexiones Cristianas

Está escrito en el Antiguo Testamento: “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43:11). “Jehová, [...] Este es mi nombre para siempre, este es mi memorial por todos los siglos” (Éxodo 3:15). Las Escrituras afirman claramente que el nombre de Yahvé es para siempre, sin embargo, en el Nuevo Testamento, el nombre de Dios cambió a Jesús, como está escrito: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). ¿Por qué cambia el nombre de Dios? ¿Qué misterio hay detrás de esto?

Encontré la respuesta a esta pregunta en un libro. El libro dice: “‘Jehová’ es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. ‘Jesús’ es Emanuel y significa la ofrenda por el pecado que está llena de amor, de compasión y que redime al hombre. Él hizo la obra de la Era de la Gracia y representa la Era de la Gracia, y sólo puede representar una parte del plan de gestión. Es decir, sólo Jehová es el Dios del pueblo escogido de Israel, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de Moisés y el Dios de todo el pueblo de Israel. Y así en la era presente, todos los israelitas excepto la tribu de Judá, adoran a Jehová. Le hacen sacrificios en el altar y le sirven usando las túnicas de los sacerdotes en el templo. Lo que esperan es la reaparición de Jehová. Sólo Jesús es el Redentor de la humanidad. Él es la ofrenda por el pecado que redimió a la humanidad del pecado. Es decir, el nombre de Jesús vino de la Era de la Gracia y existió debido a la obra de redención en la Era de la Gracia. El nombre de Jesús existió para permitir que las personas de la Era de la Gracia nacieran de nuevo y fueran salvas, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad. Y por tanto el nombre de Jesús representa la obra de la redención y denota la Era de la Gracia. El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de fundamento, sino que tiene un significado representativo: cada nombre representa una era. ‘Jehová’ representa la Era de la Ley y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel. ‘Jesús’ representa la Era de la Gracia y es el nombre del Dios de todos aquellos que fueron redimidos durante la Era de la Gracia.

Al leer este pasaje podemos darnos cuenta de que Dios no tiene un nombre fijo, sino que toma diferentes nombres en diferentes eras, tanto dependiendo de la obra que realiza, como al carácter que expresa en esa era. Un nombre sólo representa una era, una fase de la obra y una faceta del carácter de Dios y el nombre de Dios no cambia siempre que dure esa era. En la Era de la Ley, por ejemplo, el nombre de Dios era Yahvé, y con este nombre comenzó formalmente la obra de la Era de la Ley; Dios proclamó Su ley, guió las vidas de los hombres en la tierra, exigió que le adorasen a Él en ella, y aquellos que cumplieron estrictamente la ley recibieron las bendiciones y la dirección de Dios. Si alguien quebrantaba la ley, entonces era quemado por fuego celestial o era lapidado hasta morir. El carácter de Dios expresado en esta era consistía en la justicia y la majestad, y el nombre de Yahvé fue adoptado de acuerdo con la obra de proclamar la ley y el carácter que Dios expresó.

Al final de la Era de la Ley, como el hombre cada vez se estaba volviendo más corrupto y ya no podía cumplir la Ley, todas las personas se enfrentaron a ser castigadas y condenadas por infringir la ley. Con el fin de salvar a la humanidad, Dios se encarnó personalmente en el mundo y, con el nombre de Jesús, comenzó la Era de la Gracia, realizó la obra de la redención, trajo una rica abundancia de gracia a la humanidad y expresó Su carácter de misericordia y amor. Él nos redimió del pecado y, siempre que oremos en el nombre del Señor Jesús, entonces podemos obtener la gracia abundante de Dios. En otras palabras, el nombre Jesús era el nombre de Dios en la Era de la Gracia, y representaba la obra de Dios en la Era de la Gracia, así como el carácter de Dios expresado durante esa era.

Por tanto, podemos saber, a través de las dos últimas fases de la obra de Dios, que el nombre de Dios cambia junto con Su obra, y que el nombre que Dios toma en cada fase tiene significado representativo, ya que representa Su obra y también el carácter que expresa en cada era. Dios utiliza Su nombre para empezar eras y para cambiar de una era a otra. Es decir, cada vez que cambia la era y la obra de Dios cambia, Dios debe tomar un nombre nuevo; este es un principio de la obra de Dios. Aunque, durante el curso de la salvación de Dios para el hombre, Él fuese llamado Yahvé una vez y también fuese llamado Jesús una vez, la esencia de Dios nunca cambia; Dios es eternamente Dios, y siempre es un Dios quien realiza estas obras. Por ejemplo, cuando alguien se dedica a trabajar como maestro en una escuela, la gente le llamará maestro. Entonces, esa persona puede cambiar de trabajo y hacerse médico, y entonces la gente le llamará doctor. Entonces, si esa persona se convierte en gerente de una empresa, la gente le llamará gerente. Pero la persona en sí sigue siendo la misma, lo único que cambia es su trabajo y, por tanto, la gente se referirá a ella con títulos diferentes. En realidad, a través de la obra de Dios, somos capaces de ver que el nombre de Dios no es inmutable para siempre, sino que cambia con el cambio de la obra de Dios y las eras. Cuando Dios toma un nombre nuevo para dar comienzo a Su obra, sólo si aceptamos Su nombre nuevo podemos entonces ser capaces de seguir el ritmo de Su obra.

En la Era de la Ley, por ejemplo, el nombre de Dios era Yahvé, y todo el mundo creyó profundamente en el nombre de Yahvé. Aunque la obra de la Era de la Ley duró varios milenios, todo el mundo tenía que orar en el nombre de Yahvé. Sin embargo, cuando el Señor Jesús vino a hacer Su obra, el nombre de Dios cambió a Jesús, y a partir de entonces, todos los que aceptaron a aquel cuyo nombre era Jesús como su Salvador se ganaron el elogio de Dios. Sin embargo, en aquel entonces, los fariseos judíos no sabían que el nombre de Dios cambia con la transición en la era, en Su obra. Creyeron que sólo Yahvé podía ser su Dios, su Salvador, porque a lo largo de las eras habían afirmado que sólo Yahvé es Dios, y que no hay otro Salvador aparte de Yahvé. Como resultado, cuando Dios cambió Su nombre y vino a hacer la obra de la redención con el nombre de Jesús, condenaron y se resistieron violentamente al Señor Jesús. Al final, le clavaron a la cruz, cometiendo un crimen atroz y sufriendo el castigo de Dios. De manera similar, como todos sabemos, el Señor Jesús regresará en los últimos días para hacer la obra de separar a todos según su categoría. Si Dios se quedase con el nombre Jesús y siguiese expresando Su carácter de misericordia y amor, entonces, ¿cómo se revelarían los finales de todo tipo de personas? Entonces, ¿cambiará Dios Su nombre en los últimos días dependiendo de las necesidades de Su obra? Si insistimos en aferrarnos a nuestras propias ideas y creemos que, cuando el Señor Jesús regrese, el nombre de Dios no cambiará y se seguirá llamando Jesús, ¿no estaremos resistiéndonos a la obra de Dios y condenándola como hicieron los fariseos? ¿No estaríamos caminando por la misma senda que ellos?

Así que, cuando el Señor regrese en los últimos días, ¿cambiará Su nombre o no? ¿Seguirá llamándose Jesús? En Apocalipsis se profetiza que: “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalem, la cual desciende del cielo de con mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apocalipsis 3:12). Este versículo menciona un “nombre nuevo,” que significa un nuevo nombre que no ha sido utilizado nunca. Como todos sabemos, el nombre de Jesús se nos entregó a nosotros como algo en lo que poder confiar para ser salvados, y el nombre del Señor Jesús ha sido invocado por la gente en la Era de la Gracia durante dos mil años. Si el nombre nuevo profetizado en Apocalipsis fuera todavía Jesús, ¿cómo podría entonces llamarse un nombre nuevo? Como es un nombre nuevo, entonces esto debe significar que el nombre de Dios cambiará una vez más. Si leemos detenidamente la Biblia, podemos ver que Apocalipsis 1:8 dice: “Yo soy el Alpha y la Omega, principio y fin, dice el Señor, que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”. Y el Apocalipsis 11:17 dice: “Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu grande potencia, y has reinado”. Y hay muchos otros versículos, como Apocalipsis 19:6, que profetizan que el nombre nuevo de Dios en los últimos días será el Todopoderoso. A través de estas profecías podemos ver que el nombre de Dios, cuando regrese en los últimos días, tal vez podría ser el Todopoderoso. De la palabra anterior podemos entender que Dios regresará en los últimos días y que Su nombre cambiará. Entonces, ¿cómo deberíamos dar la bienvenida al regreso del Señor? Esto es algo que todo hermano y hermana que anhela el regreso del Señor debería tratar con mucho cuidado.



Perdonar setenta veces siete

2019-09-17 14:14:20 | Palabra de Dios

(Mateo 18:21-22) Luego vino Pedro hacia Él y dijo: Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano que ha pecado contra mí? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, pero hasta setenta veces siete.

Estudios Biblicos,Perdonar setenta veces siete

Cuando Dios se hizo carne, con este hecho introdujo una etapa de Su obra: la obra específica y el carácter que Él quería expresar en esta era. En ese período, todo lo que el Hijo del Hombre hizo giró en torno a la obra que Dios quería llevar a cabo en esta era. Él no haría ni más ni menos. Cada cosa que Él dijo y cada tipo de obra que llevó a cabo guardaban relación con esta era. Independientemente de que lo expresara de una forma humana mediante el lenguaje humano o a través del lenguaje divino —cualquiera que fuera la forma o la perspectiva desde la que lo hiciera— Su objetivo era ayudar a que las personas entendieran lo que quería hacer, cuál era Su voluntad, y cuáles Sus exigencias para las personas. Podía usar diversos medios desde diferentes perspectivas para ayudar a las personas a entender, comprender y conocer Su voluntad, a conocer Su obra de salvación de la humanidad. Así, en la Era de la Gracia vemos al Señor Jesús empleando frecuentemente el lenguaje humano para expresar lo que quería comunicar a la humanidad. Además, lo vemos desde la perspectiva de un guía ordinario que habla a las personas, suple sus necesidades, las ayuda con lo que han pedido. Esta forma de obrar no se había visto en la Era de la Ley que precedió a la de la Gracia. Se volvió más íntimo y compasivo con la humanidad, así como más capaz de conseguir resultados prácticos en ambas formas y maneras. La expresión de perdonar a las personas setenta veces siete aclara realmente este punto. El propósito logrado por el número en esta expresión es permitir a las personas entender la intención del Señor Jesús en el momento en que dijo esto: se debía perdonar a los demás, y no una vez, dos o siete veces, sino setenta veces siete. ¿Qué tipo de idea es “setenta veces siete”? Es conseguir que las personas conviertan el perdón en su propia responsabilidad, algo que deben aprender, y un camino que deben observar. Aunque esto sólo era una expresión, servía como idea fundamental. Ayudaba a las personas a apreciar profundamente lo que Él quería decir y a encontrar las formas propias de practicar, así como los principios y los estándares en dicha práctica. Esta expresión ayudaba a las personas a entender claramente, y les daba un concepto preciso, para que aprendieran el perdón; perdonar sin condiciones ni limitaciones, pero con una actitud de tolerancia y comprensión hacia los demás. Cuando el Señor Jesús dijo esto, ¿qué había en Su corazón? ¿Estaba pensando realmente en setenta veces siete? No lo hacía. ¿Existe un número de veces en que Dios perdonará al hombre? Muchas personas están interesadas en el “número de veces” mencionado, quieren entender realmente el origen y el significado de este número, por qué salió este de la boca del Señor Jesús; creen que contiene implicaciones más profundas. En realidad, sólo fue una expresión de Dios en humanidad. Cualquier implicación o significado deben analizarse junto a los requisitos del Señor Jesús para la humanidad. Cuando Dios no se había hecho carne, las personas no entendían mucho de lo que Él decía, porque procedía de la divinidad total. La perspectiva y el contexto de lo que decía eran invisibles e inalcanzables para el hombre; se expresaba desde una esfera espiritual que las personas no podían ver. Y es que quienes vivían en la carne no podían pasar por el reino espiritual. Pero después de que Dios se hiciera carne, hablaba al hombre desde la perspectiva de la humanidad y Él salió y sobrepasó el alcance del mundo espiritual. Él podía expresar Su carácter, Su voluntad y Su actitud divinos por medio de cosas que los humanos podían imaginar, ver y encontrarse en sus vidas; usando métodos que estos podían aceptar, en un lenguaje que podían entender, y un conocimiento que podían comprender, para permitirles saber y conocer a Dios, comprender Su intención y Sus estándares exigidos dentro del alcance de su capacidad, en la medida en que fueran capaces. Este era el método y el principio de la obra de Dios en la humanidad. Aunque Sus formas y Sus principios de obrar en la carne se consiguieron en su mayoría por la humanidad o a través de ella, realmente obtuvo resultados que no se habrían conseguido obrando directamente en la divinidad. La obra de Dios en humanidad era más concreta, auténtica y enfocada, los métodos eran mucho más flexibles, y sobrepasaba en forma a la Era de la Ley.

Recomendación: Estudios biblicos profundos


¿Cómo desvela el misterio del nombre de Dios?

2019-09-16 16:49:42 | Palabra de Dios

El nombre de Dios es Jehová, como está escrito en el Antiguo Testamento: Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve (Isaías 43:11).Jehová, [...] Este es mi nombre para siempre, este es mi memorial por todos los siglos (Éxodo 3:15). Sin embargo, el Nuevo Testamento dice: Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). “Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado á los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). A partir de estos versículos se puede ver que tanto Jehová como Jesús son los nombres de Dios. Dios se llama Jehová en el Antiguo Testamento, pero recibe el nombre de Jesús en el Nuevo Testamento. ¿Por qué cambia el nombre de Dios? ¿Cuál es el significado de Sus nombres? Vamos a explorar juntos este aspecto de la verdad.

el nombre de dios

Una vez leí un pasaje en un libro que me dio conocimiento del significado del nombre de Jehová. El pasaje dice: “‘Jehová’ es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. […] Es decir, sólo Jehová es el Dios del pueblo escogido de Israel, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de Moisés y el Dios de todo el pueblo de Israel. Y así en la era presente, todos los israelitas excepto la tribu de Judá, adoran a Jehová. Le hacen sacrificios en el altar y le sirven usando las túnicas de los sacerdotes en el templo. Lo que esperan es la reaparición de Jehová. […] El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de fundamento, sino que tiene un significado representativo: cada nombre representa una era. ‘Jehová’ representa la Era de la Ley y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel” (“El Salvador ya ha regresado sobre una ‘nube blanca’”).

En la Era de la Ley, Dios tomó el nombre de Jehová de acuerdo con Su obra de proclamar las leyes y con el carácter que Él expresó. Dios comenzó la obra de la Era de la Ley con el nombre de Jehová. Proclamó las leyes y los mandamientos a través de Moisés, y guió oficialmente las vidas de la humanidad naciente en la tierra. Dios exigió que la gente cumpliese estrictamente las leyes y aprendiese a adorarle y a honrar Su grandeza. Las bendiciones y la gracia seguirían a cualquiera que cumpliese la ley; quien violase la ley sería apedreado hasta morir o quemado por fuego celestial. El nombre de Jehová representa lo que Dios expresó a la humanidad en esa era: un carácter majestuoso, de ira, maldición y misericordia. Por eso los israelitas que vivieron bajo la ley estricta la cumplieron y santificaron el nombre de Jehová. Todos adoraron a Jehová Dios, le oraron, le alabaron y le ofrecieron sacrificios sobre el altar. Vivieron bajo la dirección de Jehová durante unos milenios, hasta que la Era de la Ley terminó.

Entonces, ¿por qué se convirtió el nombre de Dios en Jesús en la Era de la Gracia? ¿Qué significa el nombre de Jesús? En cuanto a estas preguntas, hay un pasaje del libro que dice claramente: “‘Jesús’ es Emanuel y significa la ofrenda por el pecado que está llena de amor, de compasión y que redime al hombre. Él hizo la obra de la Era de la Gracia y representa la Era de la Gracia, y sólo puede representar una parte del plan de gestión. […] Sólo Jesús es el Redentor de la humanidad. Él es la ofrenda por el pecado que redimió a la humanidad del pecado. Es decir, el nombre de Jesús vino de la Era de la Gracia y existió debido a la obra de redención en la Era de la Gracia. El nombre de Jesús existió para permitir que las personas de la Era de la Gracia nacieran de nuevo y fueran salvas, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad. Y por tanto el nombre de Jesús representa la obra de la redención y denota la Era de la Gracia” (“El Salvador ya ha regresado sobre una ‘nube blanca’”).

Al final de la Era de la Ley, como la humanidad se estaba volviendo cada vez más corrupta y pecadora, era imposible que siguiese cumpliendo la ley. Como consecuencia de ello, estaba constantemente en peligro de ser castigada por infringir la ley. Por tanto, para salvar a la humanidad, Dios se encarnó personalmente en la tierra para hacer la obra de la redención. Dios comenzó la Era de la Gracia con el nombre de Jesús y finalizó la Era de la Ley, trayendo a la humanidad gracia plena y abundante, expresando un carácter de misericordia y amor, y redimiendo a la humanidad del pecado. El significado del nombre de Jesús es: lleno de amor, lleno de misericordia, y una ofrenda del pecado que puede redimir a la humanidad. Así, en la Era de la Gracia, siempre que orásemos, confesásemos y nos arrepintiésemos en el nombre del Señor, nuestras enfermedades serían curadas y nuestros pecados serían perdonados, y después de haber aceptado el nombre del Señor Jesús, pudimos sentir la presencia del Señor, sentir paz y gozo en nuestros espíritus, y disfrutar de la gracia y las bendiciones abundantes de Dios. El nombre de Jesús es específico de la Era de la Gracia. Representa la obra de Dios y el carácter que expresó en la Era de la Gracia.

Sólo al volver la vista hacia las dos fases anteriores de la obra de Dios nos damos cuenta de que Dios hace una obra diferente en diferentes eras según las necesidades de la humanidad, y que el nombre que adopta en cada era tiene su significado representativo de tanto Su obra, como el carácter que Él expresa durante esa era. Dios empieza una nueva era y cambia la era mediante Su nombre. Es decir, cada vez que cambia la era, y cuando Su obra cambia, Dios cambiará Su nombre. Por eso el nombre de Dios cambió en la Era de la Gracia. A estas alturas, algunos hermanos y algunas hermanas podrían hacer esta pregunta: “Como el nombre de Dios cambia, ¿por qué está escrito en la Biblia que ‘Este es mi nombre para siempre,’ y ‘este es mi memorial por todos los siglos’?”

Hay algunas palabras en el libro que nos dan claramente la respuesta a esta pregunta: “Están aquellos que dicen que Dios es inmutable. Eso es correcto, pero se refiere a la inmutabilidad del carácter y la esencia de Dios. Los cambios en Su nombre y obra no demuestran que Su esencia se haya alterado; en otras palabras, Dios siempre será Dios, y esto nunca cambiará”. “La sabiduría, lo maravilloso, la justicia, y la majestad de Dios nunca cambiarán. Su esencia y lo que Él tiene y es nunca cambiarán. Sin embargo, Su obra siempre está progresando hacia adelante, y siempre va profundizando, porque Él siempre es nuevo y nunca viejo. En cada era Dios adopta un nuevo nombre, hace una obra nueva, y permite a Sus criaturas ver Su nueva voluntad y nuevo carácter” (“La visión de la obra de Dios (3)”).

Estas palabras nos permiten saber que las palabras “para siempre” Y “por todos los siglos” en la Biblia se están refiriendo al carácter y la esencia de Dios, y que no se están refiriendo al nombre de Dios. Los nombres de Dios surgen por Su plan de gestión de salvar a la humanidad: Dios llevó a cabo Su obra en la Era de la Ley con el nombre de Jehová, e inició la obra de la Era de la Gracia con el nombre de Jesús. Pero, independientemente de cómo cambie la era y cómo cambie el nombre de Dios, la esencia de Dios nunca cambiará y Dios será siempre Dios sin duda alguna. En el tiempo en el que el Señor Jesús se encarnó para hacer Su obra, los fariseos se aferraron obstinadamente a las palabras: “Sólo Jehová es Dios; no hay otro Salvador que Jehová,” pero no reconocieron que el Señor Jesús era su Salvador tan esperado. No buscaron en absoluto la verdad que el Señor Jesús expresó, sino que, por el contrario, se resistieron frenéticamente a Él y le condenaron, e incluso conspiraron con el gobierno romano para crucificarlo, cometiendo así un pecado horrendo. Como resultado, provocaron la maldición de Dios, causando 2.000 años de subyugación nacional a Israel. ¡Es necesario reflexionar en profundidad acerca de su fracaso! La Biblia dice: “[...] porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6). Así que, si somos incapaces de entender correctamente las Escrituras, y sólo entendemos su significado literal, si los que creen en Jehová proclaman el nombre de Jehová para siempre, y los que creen en el Señor Jesús defienden el nombre de Jesús para siempre, y no entendemos el significado de que Dios use Su nombre para cambiar la era, cometeremos el mismo error que los fariseos: confinarnos a nosotros mismos a la obra antigua de Dios, condenando ciegamente la obra nueva de Dios y quedándonos con tan sólo lamento.

Ahora estamos en los últimos días y es también el momento clave para darle la bienvenida a la llegada del Señor. El Señor Jesús profetizó que vendría de nuevo, así que ¿todavía se llamará Jesús el Señor cuando regrese? El Libro de Apocalipsis profetiza: “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalem, la cual desciende del cielo de con mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apocalipsis 3:12). Este versículo dice claramente que Dios tendrá un nuevo nombre. Un nuevo nombre no puede haber sido adoptado con anterioridad y por eso se llama un nuevo nombre. Así que, ¿cambiará el nombre de Dios cuando regrese y no se llamará Jesús más? Apocalipsis 1:8 dice: “Yo soy el Alpha y la Omega, principio y fin, dice el Señor, que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”. Y Apocalipsis 11:16-17 dice: “Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus sillas, se postraron sobre sus rostros, y adoraron á Dios. Diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu grande potencia, y has reinado”. Además de estos versículos, en Apocalipsis hay aún muchos más versículos que mencionan el nombre “el Todopoderoso.” Según estas profecías, es muy probable que el Señor será llamado el Todopoderoso cuando regrese. Cuando el nombre de Dios cambie una vez más, ¿qué enfoque deberíamos adoptar hacia el nuevo nombre de Dios y cómo deberíamos darle la bienvenida al regreso del Señor?


¿Sabes lo que significa el nombre “Jesús”?

2019-09-15 11:02:44 | Reflexiones Cristianas

En la última comunicación, compartimos el origen y significado del nombre de Dios: “Yahvé”. Luego, recibimos cartas de algunos hermanos y hermanas en el Señor, y ellos preguntaron: “Ya que el nombre del Dios Yahvé perdurará para siempre, debería ser perpetuado de aquí en adelante. Pero, ¿por qué el nombre de Dios cambió a “Jesús” en la Era de Gracia? ¿Se esconde algún significado más profundo detrás?” Probablemente, la mayoría de hermanos y hermanas quieran conocer la verdadera respuesta a esta pregunta. De modo que, dejad que hoy debatamos en la reunión sobre la razón de por qué Dios adoptó el nombre de Jesús, en vez de quedarse con el de Yahvé en la Era de Gracia, y analicemos también el significado del nombre de Jesús.

Como todos sabemos, las obras de Dios son inconmensurables. Ningún nombre de Dios puede representar a Dios en su totalidad, ni puede totalmente expresar lo que Dios tiene y es. Al principio, Dios no tenía nombre alguno y se le llamaba Dios. Como Dios necesita guiar, redimir y salvar a la humanidad, Él ha hecho distintas obras y ha ido adoptando distintos nombres a lo largo de las distintas épocas. Como todos también sabemos, el Antiguo Testamento de la Biblia recoge que Yahvé Dios decretó leyes y mandamientos para que guiaran al hombre a lo largo de su vida, para que se dieran cuenta los hombres de que Dios los bendeciría si respetaban las leyes y los mandamientos, pero en caso contrario, Dios los condenaría y maldeciría. De esta manera fue como Yahvé Dios expresó el carácter de la ira y la maldición. Al final de la Era de la Ley, la gente no fue capaz de cumplir la ley, de modo que corrieron el peligro de ser condenados y ejecutados bajo la ley. Para redimir a toda la humanidad, Dios se reencarnó por vez primera, para llevar a cabo la obra de redención bajo el nombre de Jesucristo. Si los hombres le rezaban para confesarle sus pecados y se arrepentían, se les perdonarían sus pecados y podrían disfrutar de la abundante gracia que Dios les había concedido. El Nuevo Testamento de la Biblia registra que Jesucristo rebosaba amor y misericordia, lo cual representa precisamente el carácter que Dios expresó en la Era de Gracia. Podemos ver que haciendo distintas obras, Dios expresa Su distinto carácter y Su nombre cambia en concordancia; esto a su vez es el principio de Su obra, que siempre es nueva y nunca vieja.

Por ejemplo, cuando alguien trabaja de profesor en un colegio, la gente lo llama profesor. Cuando un día resulta que coge un trabajo nuevo en una fábrica, los demás ya no le llamarán profesor cuando lo vean. Porque enseñar fue su trabajo anterior y profesor, su título anterior. Lo más adecuado ahora es llamarle obrero de fábrica de acuerdo con su trabajo actual. Por lo tanto, con la obra de Dios siempre progresando hacia delante, se nos está revelando sin cesar Su carácter y lo que Él tiene y es. Y al mismo tiempo, el nombre de Dios cambia según las necesidades de Su obra.

Sin embargo, no importa de qué manera cambie el nombre de Dios: Su carácter y esencia jamás cambiarán, y mucho menos el objetivo de Su obra. Como dice un pasaje de la palabra de Dios: “‘Jehová’ es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel, y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo, y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. ‘Jesús’ es Emanuel, y significa la ofrenda por el pecado que está llena de amor, de compasión, y redime al hombre. Él realizó la obra de la Era de la Gracia, y representa la Era de la Gracia, y sólo puede representar una parte del plan de gestión. Es decir, sólo Jehová es el Dios del pueblo escogido de Israel, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Moisés, y de todo el pueblo de Israel. Y así en la era presente, todos los israelitas excepto la tribu de Judá adoran a Jehová. Hacen sacrificios a Él en el altar, y le sirven llevando túnicas de sacerdotes en el templo. Lo que esperan es la reaparición de Jehová. Sólo Jesús es el Redentor de la humanidad. Él es la ofrenda por el pecado que redimió a esta del mismo. Es decir, el nombre de Jesús vino de la Era de la Gracia, y existió por la obra de redención en la misma. El nombre de Jesús existió para permitir a las personas de dicha Era nacer de nuevo y ser salvos, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad. Y por tanto el nombre de Jesús representa la obra de la redención, y denota la Era de la Gracia. El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de base, sino que tiene un significado representativo: cada nombre representa una era. ‘Jehová’ representa la Era de la Ley, y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel. ‘Jesús’ representa la Era de la Gracia, y es el nombre del Dios de todos aquellos que fueron redimidos durante la Era de la Gracia”. (“El Salvador ya ha regresado en una ‘nube blanca’”)

Ahora estamos más capacitados para entender que el nombre de Dios tiene un significado extraordinario en cada Era, conteniendo Su carácter, el principio de Su obra y el trabajo que Él lleva a cabo en cada Era. Si la gente no es capaz de entender el significado de los nombres de Dios, es muy poco probable que conozcan a Dios, y consecuentemente, tan sólo tendrán una forma confusa de fe. Creer en Dios no significa recibir la gracia y la bendición del Señor, ni sacrificar ni renunciar a cosas por Dios. Lo importante es que el hombre conozca a Dios, que sepa cómo Dios nos ha guiado y salvado en cada paso desde Su creación del mundo. Tan sólo así podemos conocer de algún modo la intención de Dios, la de salvar a la humanidad, y así podremos darle mejor la bienvenida cuando Jesucristo regrese. Cuando la gente sepa que el nombre de Dios en una determinada Era, representa Su obra y carácter dentro de esa Era, ¿seguirán teniendo duda alguna acerca de qué nombre usará el Señor Jesús Retornado?

 (Traducido del original en inglés al español por Eva Trillo)    


Jesús alimenta a los cinco mil

2019-09-13 23:57:23 | Palabra de Dios

(Juan 6:8-13) Uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: Hay un muchacho acá que tiene cinco panes de cebada y dos pescados pequeños; ¿pero qué es eso para tantas personas? Y Jesús le dijo: Haced que los hombres se sienten. Había mucho pasto en el lugar, así que los hombres se sentaron; eran cerca de cinco mil. Y Jesús tomó los panes y cuando había dado gracias, lo distribuyó a los discípulos y ellos a los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los peces, hasta que fue necesario. Cuando estuvieron satisfechos, Jesús les dijo a los discípulos: Recoged los pedazos que han quedado, que no se pierda nada. Por lo tanto, ellos los juntaron y llenaron doce canastas con los pedazos que quedaron de los cinco panes de cebada, después de que todos hubieron comido.

Milagros de jesús-Jesús alimenta a los cinco mil

¿Qué tipo de concepto es “cinco panes y dos peces”? ¿Para cuántas personas serían habitualmente suficientes cinco hogazas de pan y dos peces? Si se mide en base al apetito de una persona normal, sólo bastarían para dos personas. Este es el concepto más básico de cinco panes y dos peces. Sin embargo, ¿a cuántas personas dice este pasaje que alimentaron esos cinco panes y dos peces? La Escritura lo registra así: “Había mucho pasto en el lugar, así que los hombres se sentaron; eran cerca de cinco mil”. En proporción a cinco panes y dos peces, ¿es cinco mil una gran cantidad? ¿Qué significa que este número sea tan grande? Desde una perspectiva humana, dividir cinco panes y dos peces entre cinco mil personas sería imposible, porque la diferencia entre ellos es demasiado grande. Aunque cada persona diese un pequeño bocado, seguiría sin ser suficiente para cinco mil personas. Pero aquí, el Señor Jesús hizo un milagro, no sólo permitió que cinco mil personas comiesen y se saciasen, sino que sobró. La Escritura dice: “Cuando estuvieron satisfechos, Jesús les dijo a los discípulos: Recoged los pedazos que han quedado, que no se pierda nada. Por lo tanto, ellos los juntaron y llenaron doce canastas con los pedazos que quedaron de los cinco panes de cebada, después de que todos hubieron comido”. El milagro permitió a la gente ver la identidad y el estatus del Señor Jesús, y también que no hay nada imposible para Dios, vieron la verdad de la omnipotencia de Dios. Cinco panes y dos peces fueron suficientes para alimentar a cinco mil, pero de no haber habido nada de comida, ¿habría sido Dios capaz de alimentar a cinco mil personas? ¡Por supuesto que sí! Esto fue un milagro, por lo que inevitablemente las personas sintieron que era incomprensible, increíble y misterioso, pero para Dios hacer eso no era nada. Si eso era algo ordinario para Él, ¿por qué se destacaría para su interpretación? Porque lo que hay detrás de este milagro contiene la voluntad del Señor Jesús, que la humanidad nunca ha descubierto.

En primer lugar, tratemos de entender qué tipo de personas eran estas cinco mil. ¿Eran seguidores del Señor Jesús? Las Escrituras nos enseñan que no lo eran. ¿Sabían quién era el Señor Jesús? ¡Claramente no! Como mínimo, no sabían que la persona que estaba delante de ellos era Cristo, o quizás sólo algunos sabían Su nombre, y conocían o habían oído algo acerca de las cosas que había hecho. Simplemente sentían curiosidad por el Señor Jesús a raíz de las historias, pero sin duda no se puede decir que lo siguieran, y mucho menos que lo entendieran. Cuando el Señor Jesús vio a estas cinco mil personas, estaban hambrientas y sólo podían pensar en comer hasta saciarse, y por ello fue en este contexto donde Él satisfizo sus deseos. ¿Qué había en Su corazón cuando lo hizo? ¿Cuál fue Su actitud hacia estas personas que sólo querían comer hasta saciarse? En este momento, los pensamientos del Señor Jesús y Su actitud tenían que ver con el carácter y la esencia de Dios. Frente a estas cinco mil personas con el estómago vacío, quienes sólo querían comer una buena comida; frente a estas personas llenas de curiosidad y esperanzas sobre Él, el Señor Jesús sólo pensó en utilizar este milagro para concederles gracia. Sin embargo, no depositó Sus esperanzas en que se convirtieran en Sus seguidores, porque sabía que sólo querían participar en la diversión y comer hasta saciarse. Así pues, lo hizo lo mejor que pudo con lo que tenía allí, y usó cinco hogazas de pan y dos peces para alimentar a cinco mil personas. Abrió los ojos de estas personas que disfrutaban del entretenimiento, que querían ver milagros, y que vieron con sus propios ojos las cosas que el Dios encarnado podía completar. Aunque el Señor Jesús usó algo tangible para satisfacer su curiosidad, ya sabía en Su corazón que estas cinco mil personas sólo querían tener una buena comida, por lo que no dijo nada en absoluto ni les predicó. Sólo les permitió ver cómo se producía este milagro. No hay duda de que no podía tratar a estas personas igual que a Sus discípulos que le seguían realmente; pero, en el corazón de Dios, todas las criaturas estaban bajo Su dominio, y permitiría que todas las criaturas que veía disfrutasen de Su gracia cuando fuera necesario. Aunque estas personas no sabían quién era Él ni lo entendían, ni tenían una impresión particular de Él ni gratitud hacia Él aun después de haber comido los panes y los peces, Dios no lo censuraría; les proporcionó una maravillosa oportunidad de disfrutar de Su gracia. Algunos opinan que Dios es recto en lo que hace, y que no cuida ni protege a los incrédulos, y sobre todo que no les permite disfrutar de Su gracia. ¿Es este realmente el caso? A los ojos de Dios, siendo como son criaturas vivientes que Él mismo creó, Él las domina y cuida de ellas; las tratará, hará planes para ellas y las regirá de diferentes formas. Estos son los pensamientos y la actitud de Dios hacia todas las cosas.

Aunque las cinco mil personas que comieron las hogazas de pan y los peces no planeaban seguir al Señor Jesús, Él no fue estricto con ellas; una vez que habían comido hasta saciarse, ¿sabéis qué hizo? ¿Les predicó algo? ¿Dónde fue tras haber hecho esto? La Escritura no registra que el Señor Jesús les dijese nada; cuando hubo completado Su milagro se marchó tranquilamente. ¿Puso entonces algunas exigencias a estas personas? ¿Hubo odio? No hubo nada de eso; simplemente no quería prestar más atención a estas personas que no podían seguirle, y en ese momento Su corazón estaba dolido. Como había visto la depravación de la humanidad y había sentido su rechazo hacia Él, al ver a estas personas o estar con ellas, su torpeza y su ignorancia lo entristecieron mucho y afligieron Su corazón. Por ello sólo quería apartarse de ellas cuanto antes. El Señor no tenía exigencias para ellas en Su corazón; no quería prestarles atención, y sobre todo no quería gastar Sus energías con ellos. Sabía que no podían seguirle; a pesar de ello, Su actitud hacia ellos seguía siendo muy clara. Sólo quería tratarlos con bondad, concederles la gracia; esta era la actitud de Dios hacia toda criatura bajo Su dominio: para todas ellas, un trato bondadoso, provisión y alimentarlas. El Señor Jesús reveló, de forma muy natural, la propia esencia de Dios y trató con bondad a estas personas, porque era Dios encarnado. Lo hizo con un corazón de misericordia y tolerancia. Independientemente de cómo ellas le viesen y del tipo de resultado que se produjera, Él simplemente trataba a cada criatura basándose en Su identidad como Señor de toda la creación. Lo que revelaba era, sin excepción, el carácter de Dios, y lo que Él tiene y es. Así que el Señor Jesús hizo algo tranquilamente y después se marchó de la misma manera. ¿Qué aspecto del carácter de Dios es este? ¿Podrías decir que es Su misericordia, que Dios es abnegado? ¿Podría hacer esto una persona normal? ¡Definitivamente no! Fundamentalmente, ¿quiénes eran estas cinco mil personas a las que el Señor Jesús alimentó con cinco panes y dos peces? ¿Se podría decir que eran personas compatibles con Él, que eran todas hostiles a Dios? Podemos afirmar con certeza que no eran en absoluto compatibles con el Señor, y que su esencia era totalmente hostil a Dios. ¿Pero cómo las trató Dios? Usó un método para disipar la hostilidad de las personas hacia Él: se llama bondad. Es decir, aunque el Señor Jesús las vio como pecadoras, a Sus ojos eran sin embargo Su creación, por lo que seguía tratando con bondad a estos pecadores. Esta es la tolerancia divina, determinada por Su propia identidad y esencia. Por tanto, es algo que ningún ser humano creado por Dios puede hacer; sólo Él puede hacerlo.

Cuando eres capaz de apreciar realmente los pensamientos y la actitud de Dios hacia la humanidad, cuando puedes entender realmente Sus emociones y Su preocupación por cada criatura, podrás entender la devoción y el amor depositados sobre cada persona creada por el Creador. Cuando esto ocurra, utilizarás dos palabras para describir el amor de Dios; ¿cuáles son? Algunas personas dicen “abnegado”, y otras “filantrópico”. De estas dos, la segunda es la palabra menos apropiada para definir el amor de Dios. Es un término que se utiliza para describir los pensamientos y los sentimientos tolerantes de una persona. Aborrezco realmente esta palabra, porque se refiere a dispensar caridad de un modo aleatorio, indiscriminado, sin tener en cuenta principio alguno. Es una expresión abiertamente emocional de personas insensatas y confusas. Cuando esta palabra se utiliza para describir el amor de Dios, existe inevitablemente un propósito blasfemo. Tengo dos palabras que definen de forma más adecuada el amor de Dios. ¿Cuáles son? La primera es “inmenso”. ¿No es evocadora? La segunda es “vasto”. Hay una relevancia práctica tras estas dos palabras que utilizo para definir el amor de Dios. Literalmente, “inmenso” describe el volumen o la capacidad de una cosa, pero no importa lo grande que esta sea: es algo que las personas pueden tocar y ver. Esto es porque existe, no es un objeto abstracto, y da a las personas la sensación de que es relativamente preciso y práctico. No importa si lo estás mirando desde un ángulo plano o tridimensional; no necesitas imaginar su existencia, porque es algo que existe en realidad. Aunque usar “inmenso” para definir el amor de Dios puede hacer pensar que se está cuantificando el mismo, al mismo tiempo también da la sensación de que no se puede cuantificar. Yo digo que el amor de Dios puede cuantificarse, porque no es una especie de ente imaginario ni surge de ninguna leyenda. Más bien, es algo compartido por todas las cosas que están bajo el dominio de Dios, y algo que disfrutan todas las criaturas en diversos grados y desde diferentes perspectivas. Aunque las personas no pueden verlo ni tocarlo, este amor trae sustento y vida a todas las cosas conforme se va revelando gota a gota en sus vidas y ellas enumeran y dan testimonio del amor de Dios que disfrutan cada momento. Digo que el amor de Dios no puede cuantificarse, porque el misterio de Dios que provee y alimenta todas las cosas es algo difícil de comprender para los seres humanos, como lo son los pensamientos de Dios sobre todas las cosas y, en particular, sobre la humanidad. Es decir, nadie sabe la sangre y las lágrimas que el Creador ha derramado por la humanidad. Nadie puede comprender ni entender la profundidad o el peso del amor que el Creador tiene por la humanidad, a la que hizo con Sus propias manos. Describir el amor de Dios como inmenso es ayudar a las personas a apreciar y entender su amplitud y la verdad de su existencia. También pueden comprender en mayor profundidad el significado práctico de la palabra “Creador”, y pueden obtener un entendimiento más profundo de la verdadera relevancia del apelativo “creación”. ¿Qué describe habitualmente el término “vasto”? Se usa generalmente para el océano o el universo, como el vasto universo, o el vasto océano. La expansión y la silenciosa profundidad del universo superan el entendimiento humano, y es algo que capta las imaginaciones de los hombres, que los llena de admiración. Su misterio y su profundidad se ven, pero no se pueden alcanzar. Cuando piensas en el océano, piensas en su amplitud: parece no tener límites, y puedes sentir su misterio y su carácter inclusivo. Por esta razón he usado la palabra “vasto” para definir el amor de Dios. Lo he hecho para ayudar a las personas a sentir lo valioso que es, su intensa belleza y que su poder es infinito y extenso. Lo he hecho para ayudarlas a sentir la santidad de Su amor, así como la dignidad de Dios y que no se le puede ofender, revelados por medio de Su amor. ¿Pensáis ahora que “vasto” es una palabra apropiada para describir el amor de Dios? ¿Puede el amor de Dios igualarse a estos dos términos, “inmenso” y “vasto”? ¡Totalmente! En el lenguaje humano, sólo estas dos palabras son relativamente adecuadas y cercanas para definir el amor de Dios. ¿No pensáis lo mismo? Si os pidiera que lo describierais, ¿usaríais estas dos palabras? Lo más probable es que no pudierais, porque vuestro entendimiento y vuestra apreciación del mismo se limitan a una perspectiva plana, y no ha ascendido a la altura del espacio tridimensional. Por tanto, si os pidiera que describierais el amor de Dios, sentiríais que os faltan las palabras; quedaríais incluso mudos. Los dos términos de los que he hablado hoy pueden resultaros difíciles de entender, o quizás no estéis de acuerdo con ellos. Esto sólo puede indicar que vuestra apreciación y vuestro entendimiento del amor de Dios son superficiales y se encuentran dentro de un área reducida. He dicho antes que Dios es abnegado. ¿Recordáis la palabra abnegado? ¿Podría decirse que el amor de Dios sólo puede definirse como abnegado? ¿No es una perspectiva demasiado corta? Deberíais meditar más en este asunto para obtener algo del mismo.



La reprensión de Jesús a los fariseos

2019-09-13 21:28:48 | Palabra de Dios

El juicio de los fariseos sobre Jesús

(Marcos 3:21-22) Y cuando Sus amigos escucharon sobre ello, fueron a estar con Él porque decían: está fuera de sí. Y los escribas que bajaban de Jerusalén dijeron: Tiene a Belcebú, y aleja a los demonios en el nombre del príncipe de los demonios.

La reprensión de Jesús a los fariseos

(Mateo 12:31-32) Entonces os digo: Toda clase de pecado y blasfemia se le perdonará al hombre pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará, pero no se perdonará a aquel que diga algo contra el Espíritu Santo, ni en este mundo ni en el venidero.

(Mateo 23:13-15) Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos a los hombres y porque tampoco iréis vosotros, ni dejaréis que entren aquellos que están tratando de entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas, y os jactáis de hacer largas oraciones, por lo tanto recibiréis una mayor condenación. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque vais por mares y tierras para ganar una persona, y cuando lo lográis, hacéis de él una criatura del infierno, dos veces peor que vosotros.

Estudios biblicos,La reprensión de Jesús a los fariseos

Los dos pasajes más arriba son distintos; veamos el primero de ellos en primer lugar: el juicio de los fariseos sobre Jesús.

En la Biblia, la valoración que los fariseos hicieron del propio Jesús y de las cosas que hizo fue: “decían: está fuera de sí. […] Tiene a Belcebú, y aleja a los demonios en el nombre del príncipe de los demonios” (Marcos 3:21-22). El juicio del Señor Jesús realizado por los escribas y fariseos no era el repetir como loros las cosas ni imaginar a partir de la nada; fue su conclusión sobre el Señor Jesús a partir de lo que vieron y oyeron de Sus acciones. Aunque llegaron a la misma ostensiblemente en el nombre de la justicia y esta parecía bien fundamentada a las personas, la arrogancia con la que juzgaron al Señor Jesús era difícil de contener incluso para ellos. La enloquecida energía de su odio por el Señor Jesús puso de manifiesto sus propias ambiciones disparatadas y sus rostros satánicos malvados, así como su malévola naturaleza de resistirse a Dios. Estas cosas que dijeron en su juicio del Señor Jesús fueron impulsadas por sus ambiciones disparatadas, su envidia, y la naturaleza fea y malévola de su hostilidad hacia Dios y la verdad. No investigaron la fuente de las acciones del Señor Jesús ni la esencia de lo que dijo o hizo. Pero atacaron y desacreditaron ciega, impaciente, locamente y con malicia deliberada lo que Él había hecho. Esto se produjo incluso hasta el punto de desacreditar indiscriminadamente a Su Espíritu, esto es, el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios. Esto es lo que quisieron decir con las palabras “está fuera de sí”, “Belcebú y el príncipe de los demonios”. Esto es, dijeron, que el Espíritu de Dios era Belcebú y el príncipe de los demonios. Definieron como locura la obra de la carne vestida por el Espíritu de Dios. No sólo blasfemaron tachándolo de Belcebú y el príncipe de los demonios, sino que condenaron la obra de Dios. Condenaron y blasfemaron al Señor Jesucristo. La esencia de su resistencia y su blasfemia de Dios era totalmente la misma que la esencia de Satanás, así como de la resistencia y blasfemia de Dios por parte del diablo. No sólo representaban a seres humanos corruptos, sino que eran la representación de Satanás. Eran un canal para él en medio de la humanidad, así como sus cómplices y mensajeros. La esencia de su blasfemia y su denigración del Señor Jesucristo era su lucha con Dios por el estatus, su competencia con Él, su prueba interminable de Él. La esencia de su resistencia a Dios y su actitud de hostilidad hacia Él, así como sus palabras y sus pensamientos blasfemaban y enojaban directamente al Espíritu de Dios. Así pues, Dios determinó un juicio razonable de lo que dijeron e hicieron, y determinó que sus hechos fueron el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo. Este pecado es imperdonable tanto en este mundo como en el más allá, justo como dice el siguiente pasaje de la escritura: “la blasfemia contra el Espíritu Santo no se le perdonará” y “no se perdonará a aquel que diga algo contra el Espíritu Santo, ni en este mundo ni en el venidero”. Hoy, hablemos sobre el verdadero significado de estas palabras de Dios: “no se perdonará […], ni en este mundo ni en el venidero”. Eso es desmitificar cómo cumple Dios las palabras “no se perdonará […], ni en este mundo ni en el venidero”.

Todo aquello de lo que hemos hablado tiene relación con el carácter de Dios y Su actitud hacia las personas, los asuntos y las cosas. Naturalmente, los dos pasajes anteriores no son una excepción. ¿Habéis notado algo en estos dos pasajes de la escritura? Algunas personas dicen ver el enojo de Dios. Algunos dicen que ven el lado del carácter de Dios que no tolera la ofensa de la humanidad, y que si las personas hacen algo blasfemo contra Él, no obtendrán Su perdón. A pesar de que las personas vean y perciban la ira y la intolerancia por parte de Dios de la ofensa de la humanidad, siguen sin entender realmente Su actitud. Estos dos pasajes contienen una implicación de la verdadera actitud y enfoque de Dios hacia aquellos que blasfeman y lo enojan. Este pasaje de la escritura tiene el verdadero sentido de Su actitud y Su enfoque: “no se perdonará a aquel que diga algo contra el Espíritu Santo, ni en este mundo ni en el venidero”. Cuando las personas blasfeman a Dios, cuando lo enojan, Él emite un veredicto, y este veredicto es Su desenlace final. Se describe de la siguiente forma en la Biblia: “Entonces os digo: Toda clase de pecado y blasfemia se le perdonará al hombre pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no se le perdonará” (Mateo 12:31). y “Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!” (Mateo 23:13). Sin embargo, ¿registra la Biblia cuál fue el desenlace con estos escribas y fariseos, así como con aquellos que dijeron que el Señor Jesús estaba loco después de decir estas cosas? ¿Se registra si sufrieron algún castigo? Desde luego que no. Este “no” no quiere decir que no se registró, sino que no hubo un desenlace visible al ojo humano. Este “no” esclarece un asunto, esto es, la actitud y los principios de Dios para gestionar ciertas cosas. El trato de Dios con las personas que blasfeman o le resisten, o incluso lo difaman —personas que intencionalmente lo atacan, difaman y maldicen— es no hacer la vista gorda o los oídos sordos. Él tiene una actitud clara hacia ellas. Él desprecia a estas personas, y en Su corazón las condena. Incluso declara abiertamente el desenlace para ellas, de forma que las personas sepan que Él tiene una actitud clara hacia aquellos que lo blasfeman, y cómo determina Él su desenlace. Sin embargo, después de que Dios dijese estas cosas, las personas seguían pudiendo ver raramente la verdad de cómo Dios lidiaría con esas personas, y no podían entender los principios subyacentes al desenlace de Dios, Su veredicto para ellas. Es decir, la humanidad no puede ver la actitud y los métodos particulares que Dios tiene para lidiar con ellas. Esto tiene que ver con los principios de Dios para hacer cosas. Él usa la aparición de hechos para ocuparse de la conducta malvada de algunas personas. Esto es, no anuncia su pecado ni determina su desenlace, sino que usa directamente la aparición de los hechos para permitir que sean castigados, que obtengan su debida retribución. Cuando estos hechos ocurren, la carne de las personas es la que sufre el castigo; todo esto es algo que puede verse con ojos humanos. Cuando se ocupa de la conducta malvada de algunas personas, Dios simplemente las maldice con palabras, pero, al mismo tiempo, Su enojo cae sobre ellas, y el castigo que reciben puede ser algo no visible para las personas. Sin embargo, este tipo de desenlace puede ser incluso más grave que los que las personas pueden ver en forma de castigo o de muerte. Esto se debe a que bajo las circunstancias en las que Dios ha determinado no salvar a este tipo de personas, no mostrar más misericordia ni tener tolerancia con ellas, no proveerles más oportunidades, la actitud que adopta con ellas es dejarlas de lado. ¿Cuál es el significado de “dejar de lado”? El significado de este término en sí mismo es poner algo a un lado, no prestarle más atención. Aquí, cuando Dios “deja de lado”, hay dos explicaciones diferentes de su significado: la primera es que Él ha entregado la vida de esa persona, su todo, a Satanás para que se ocupe de ella. Dios ya no sería responsable y no lidiaría más con ella. Si esa persona estuviera loca, o fuera estúpida, y si estuviera en la vida o la muerte, o si descendiera al infierno para su castigo, no tendría nada que ver con Dios. Eso significaría que esa criatura no tendría relación con el Creador. La segunda explicación es que Dios ha determinado que Él mismo quiere hacer algo con esta persona, con Sus propias manos. Es posible que utilice el servicio de este tipo de persona, o a este tipo de persona como contraste. Es posible que tenga una forma especial de ocuparse de ella, una forma especial de tratarla, como a Pablo. Estos son el principio y la actitud en el corazón de Dios de cómo ha determinado Él ocuparse de este tipo de persona. Así, cuando los seres humanos resisten a Dios, y lo difaman y blasfeman, si exasperan Su carácter, o si alcanzan los límites de Dios, las consecuencias son impensables. La más grave es que Dios entrega su vida y su todo a Satanás, de una vez por todas. No serán perdonadas en toda la eternidad. Esto significa que esta persona ha pasado a ser comida en la boca de Satanás, un juguete en su mano, y desde ese momento en adelante Dios no tiene nada que ver con ella. ¿Podéis imaginar qué tipo de desgracia fue cuando Satanás tentó a Job? Bajo la condición de que no se le permitía dañar la vida de Job, aun así, este sufrió en gran manera. ¿Y no es incluso más difícil imaginar los destrozos de Satanás a los que estaría sometida una persona que le hubiera sido entregada por completo, que fuera del todo presa de sus garras, que hubiera perdido totalmente el cuidado y la misericordia de Dios, que ya no estuviera bajo el dominio del Creador, que hubiera sido despojada del derecho a adorarle, y de ser una criatura bajo Su dominio, cuya relación con el Señor de la creación hubiera sido totalmente cortada? La persecución de Job por parte de Satanás era algo que podía verse con ojos humanos, pero si Dios le entrega la vida de una persona, la consecuencia será inimaginable para cualquiera. Es como si algunas personas renaciesen bajo el aspecto de una vaca, o un asno, o algunas personas controladas, poseídas por espíritus inmundos, malignos, etc. Este es el desenlace, el final de algunas personas que Dios ha entregado a Satanás. Desde fuera, parece que esas personas que ridiculizaron, difamaron, condenaron, y blasfemaron al Señor Jesús no sufrieron ninguna consecuencia. Sin embargo, la verdad es que Dios tiene una actitud para ocuparse de todo. Puede que no use un lenguaje claro para comunicar a las personas el desenlace de cómo se ocupa de cada tipo de persona. En ocasiones no habla directamente, pero hace las cosas directamente. Que no hable de ello no quiere decir que no sea un desenlace; es posible que sea uno incluso más grave. Desde las apariencias, parece que Dios no habla a algunas personas para revelar Su actitud; en realidad, Él no ha querido prestarles atención durante mucho tiempo. No quiere verlas más. Por las cosas que han hecho, su conducta, su naturaleza y su esencia, Dios sólo quiere que desaparezcan de Su vista, entregarlas directamente a Satanás, dar su espíritu, alma y cuerpo a este, permitirle hacer lo que quiera. Queda claro hasta qué punto Dios las aborrece, hasta qué punto está asqueado de ellas. Si una persona enoja a Dios hasta el punto de que Él ya no quiera ni verla más, de que la abandone por completo, de que no quiera ocuparse de ella personalmente; si se llega al punto de que Él la entregue a Satanás para que este haga lo que desee, para permitirle controlarla, consumirla y tratarla de cualquier manera, esta persona está completamente acabada. Su derecho de ser humana se ha revocado permanentemente, y su derecho como criatura ha llegado a su fin. ¿No es este el castigo más serio?

Todo lo anterior es una explicación completa de las palabras: “no se perdonará […], ni en este mundo ni en el venidero”, y también es un simple comentario sobre estos pasajes de la escritura, ¡creo que ahora tenéis entendimiento de ello!


Las palabras de Jesús a Sus discípulos después de Su resurrección

2019-09-11 23:33:17 | Palabra de Dios

(Juan 20:26-29) Y después de ocho días, Sus discípulos estaban dentro incluyendo a Tomás. Entonces Jesús apareció cuando las puertas estaban cerradas; se paró en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Luego le dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo y mira Mis manos; estira tu mano y ponla en Mi costado, y no carezcas de fe pero cree. Y Tomás le respondió diciendo: Mi Señor y mi Dios. Jesús le dijo: Tomás, crees porque me has visto; benditos los que no han visto pero aun así creen.

Las palabras de Jesús a Sus discípulos después de Su resurrección

(Juan 21:16-17) Le dijo por segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Él le respondió: Sí, Señor, Tú sabes que te amo. Él le dijo: Alimenta a Mis ovejas. Le dijo una tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro estaba triste porque le había preguntado por tercera vez: ¿Me amas? Y le dijo: Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Alimenta a Mis ovejas.

Estos pasajes narran algunas cosas de las que el Señor Jesús hizo y les dijo a Sus discípulos después de Su resurrección. En primer lugar, echemos un vistazo a las posibles diferencias en el Señor Jesús antes y después de resucitar. ¿Seguía siendo el mismo que en el pasado? Las escrituras contienen el siguiente versículo que le describe después de aquel acontecimiento: “Entonces Jesús apareció cuando las puertas estaban cerradas; se paró en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros”. Es evidente que, en aquel tiempo, Él ya no era un cuerpo de carne, sino espiritual. Esto se debe a que Él había trascendido los límites físicos, y cuando la puerta estaba cerrada, todavía Él pudo ponerse en medio de las personas y permitirles que lo vieran. Esta es la mayor diferencia entre el Señor Jesús posterior a la resurrección y el que vivió en la carne antes de ella. Aunque no había diferencia entre el aspecto del cuerpo espiritual de aquel momento y cómo era Él antes, ahora era un extraño para las personas, porque se había convertido en un cuerpo espiritual después de resucitar de entre los muertos; comparado con Su cuerpo anterior de carne, este cuerpo espiritual era más desconcertante y confuso para las personas. También creaba más distancia entre Él y ellas, quienes sentían en su corazón que el Señor Jesús se había vuelto más misterioso en ese tiempo. Esas interpretaciones y sentimientos por parte de ellas las transportaron, de repente, a una era de creencia en un Dios que no podía verse ni tocarse. Por tanto, lo primero que Él hizo tras Su resurrección fue permitir que todos lo vieran, confirmar Su existencia y el hecho de Su resurrección. Además, restauró Su relación con las personas para que volviera a ser como la que tuvo con ellas cuando obraba en la carne y era el Cristo que ellos podían ver y tocar. De este modo, uno de los resultados es que nadie tuvo dudas de que Él hubiera resucitado de la muerte después de haber sido clavado en la cruz, y que no se dudara de la obra del Señor Jesús para redimir a la humanidad. Otro resultado es que, al aparecerse tras la resurrección y permitir que lo vieran y lo tocaran proporcionaba una firme garantía a la humanidad en la Era de la Gracia. Desde ese momento en adelante, no se podría regresar a la época precedente, la Era de la Ley, por la “desaparición” o la “deserción” del Señor Jesús, sino que seguirían adelante, siguiendo las enseñanzas del Señor Jesús y la obra que Él había realizado. Una nueva fase se había abierto, pues, de manera formal en la obra de la Era de la Gracia. Quienes habían estado bajo la ley salieron debidamente de debajo de ella, desde ese instante, y entraron a una nueva era, con un nuevo comienzo. Estos son las múltiples relevancias de la aparición del Señor Jesús a la humanidad, después de Su resurrección.

Siendo Él un cuerpo espiritual, ¿cómo podían tocarlo o verlo? Esto está relacionado con la relevancia de que el Señor Jesús se apareciera a la humanidad. ¿Habéis notado algo en estos pasajes de las escrituras? Por lo general, los cuerpos espirituales no pueden verse ni tocarse; además, la obra que el Señor Jesús había asumido después de resucitar ya había llegado a su fin. Por tanto, en teoría ya no tenía necesidad alguna de regresar entre las personas en Su imagen original para encontrarse con ellas, pero que se apareciera en Su cuerpo espiritual a seres humanos como Tomás hace que su relevancia sea más concreta y penetró con mayor profundidad en el corazón de las personas. Cuando se acercó a Tomás, dejó que el dubitativo Tomás tocara Su mano y le indicó: “estira tu mano y ponla en Mi costado, y no carezcas de fe pero cree”. Estas palabras y estos actos no eran cosas que el Señor Jesús quisiera decir o hacer después de haber resucitado solamente, sino también antes de ser clavado en la cruz. Es evidente que antes de la crucifixión Él ya sabía que existían personas como Tomás. ¿Qué podemos ver en esto? Él seguía siendo el mismo después de resucitar. Su esencia no había cambiado. Las dudas de Tomás no acababan de empezar, sino que le habían acompañado todo el tiempo que él había seguido al Señor Jesús; pero Él era el Señor Jesús que había resucitado de entre los muertos y que había regresado del mundo espiritual con Su imagen y Su carácter originales y con la comprensión de la humanidad que tenía en Su época en la carne. De modo que fue primero en busca de Tomás para que este tocara Su costado, para que no sólo viera Su cuerpo espiritual después de la resurrección, sino que pudiera tocar y sentir la existencia de Su cuerpo espiritual y se deshiciera de todas sus dudas. Antes de que el Señor Jesús fuera clavado en la cruz, Tomás siempre dudó de que fuera el Cristo y no podía creerlo. Su creencia en Dios sólo se cimentaba en aquello que él podía ver con sus propios ojos, en lo que podía tocar con sus propias manos. El Señor Jesús entendía muy bien cómo era la fe de este tipo de persona. Ellos sólo creían en el Dios del cielo, y no creían en absoluto ni aceptaban al enviado por el Dios ni en el Cristo encarnado. Con el fin de que le reconocieran y creyeran en la existencia del Señor Jesús, y que de verdad era Dios encarnado, Él permitió que Tomás le tocara el costado. ¿Dudó Tomás de forma distinta antes y después de la resurrección del Señor Jesús? Siempre estaba dudando y, excepto el cuerpo espiritual del Señor Jesús que se le apareció personalmente y le permitió a Tomás que tocara las marcas de los clavos en Su cuerpo, nadie pudo resolver sus dudas ni consiguió que se deshiciera de ellas. Por tanto, desde el momento en que el Señor Jesús le permitió tocar Su costado y le dejó palpar la existencia de las marcas de los clavos, y la duda de este desapareció; supo realmente que el Señor Jesús había resucitado y reconoció y creyó que Él era el verdadero Cristo, que era Dios encarnado. Aunque en ese momento Tomás ya no dudó, había perdido para siempre la oportunidad de encontrarse con Cristo, de estar con Él, de seguirle, de conocerle; había perdido la oportunidad de que Cristo lo perfeccionara. La aparición del Señor Jesús y Sus palabras proveyeron una conclusión, y un veredicto sobre la fe de quienes estaban llenos de dudas. Usó Sus palabras y Sus actos prácticos para decirles a los que dudaban, a los que sólo creían en el Dios del cielo, pero no en Cristo: Dios no elogió la creencia de ellos ni que le siguieran llenos de dudas. El día que creyeran por completo en Dios y en Cristo sólo podría ser el día en que Dios completara Su gran obra. Por supuesto, también sería el día en que su duda recibiría un veredicto. Su actitud hacia Cristo determinó su destino, y su obstinada duda significaba que su fe no había producido resultados, y su dureza indicaba que sus esperanzas eran en vano. Debido a que su creencia en el Dios del cielo se alimentaba de ilusiones, y a que su duda hacia Cristo era en realidad su verdadera actitud hacia Dios, aunque tocaran las marcas de los clavos en el cuerpo del Señor Jesús, su fe seguía siendo inútil y su resultado sólo podía describirse como golpear el viento, en vano. Lo que el Señor Jesús le dijo a Tomás también les indicaba claramente a todas las personas: el Señor Jesús resucitado es el Señor Jesús que había pasado obrando con anterioridad treinta y tres años y medio entre la humanidad. Aunque había sido clavado en la cruz y experimentado el valle de sombra de muerte y la resurrección, Su cada aspecto no había sufrido cambio alguno. Aunque ahora tenía marcas de clavos en Su cuerpo y había resucitado y salido de la tumba, Su carácter, Su comprensión de la humanidad y Sus intenciones hacia esta no se habían modificado en lo más mínimo. Asimismo, les estaba diciendo a todos que Él había bajado de la cruz, triunfado sobre el pecado, sobre las dificultades y sobre la muerte. Las marcas de los clavos precisamente eran la prueba de Su victoria sobre Satanás, de haber sido la ofrenda por el pecado para redimir con éxito a toda la humanidad. Estaba proclamando que ya había cargado con los pecados de esta y que había completado Su obra de redención. Cuando regresó para ver a Sus discípulos, les dijo con Su aparición: “Sigo vivo, sigo existiendo; hoy estoy verdaderamente delante de vosotros para que podáis verme y tocarme. Siempre estaré con vosotros”. El Señor Jesús también quería usar el ejemplo de Tomás como advertencia para la gente futura: aunque creas en el Señor Jesús, no puedes verle ni tocarle; sin embargo, puedes ser bendecido por medio de tu fe verdadera y puedes verle a través de ella; este tipo de persona es bendecida.

Estas palabras, registradas en la Biblia, que el Señor Jesús habló cuando se le apareció a Tomás son de gran ayuda para todas las personas de la Era de la Gracia. Su aparición y lo que le dijo a este discípulo han tenido un profundo impacto en las generaciones futuras, y tienen una relevancia eterna. Tomás representa a un tipo de persona que cree en Dios, aunque duda de Él. Esta clase de persona tiene una naturaleza sospechosa, un corazón siniestro, son traicioneros y no creen en las cosas que Dios puede lograr. No creen en la omnipotencia divina ni en Su gobierno, ni tampoco en el Dios encarnado. Sin embargo, la resurrección del Señor Jesús fue una bofetada para ellos, y les proporcionó así la oportunidad de descubrir y reconocer su propia duda, de aceptar su propia traición, creyendo de verdad en Su existencia y Su resurrección. Lo que ocurrió con Tomás fue una advertencia y un aviso para las generaciones posteriores, para que más personas pudieran tener cuidado de no dudar como Tomás, y que si lo hacían se hundirían en la oscuridad. Si sigues a Dios, pero sólo como Tomás, siempre quieres tocar el costado del Señor y sentir Sus marcas de los clavos para confirmar, verificar, especular si Dios existe o no, Dios te abandonará. Por tanto, el Señor Jesús requiere que las personas no sean como Tomás, que sólo creen lo que ven con sus propios ojos, sino que sean una persona pura, honesta que no albergue dudas hacia Dios, y que sólo crean en Él y le sigan. Este tipo de persona es bendecida. Este es un requisito muy pequeño que el Señor Jesús tiene para las personas y una advertencia para Sus seguidores.

Esta es la actitud del Señor Jesús hacia quienes están llenos de dudas. ¿Qué dijo Él, pues, y qué hizo por aquellos que son capaces de creer sinceramente en Él y seguirle? Esto es lo que leeremos a continuación, respecto a algo que Él le dijo a Pedro.

En esta conversación, el Señor Jesús le hizo una y otra vez la misma pregunta a Pedro: “¿Pedro, me amas?”. Es un nivel superior que Él exige de personas como Pedro, después de Su resurrección, a los que creen de verdad en Cristo y se esfuerzan por amar al Señor. Esta pregunta fue una especie de investigación, de interrogación, y más aún fue un requisito y una expectativa de esta clase de persona. Usó este método de preguntas para que pudieran reflexionar sobre sí mismos y mirar en su interior: ¿Cuáles son los requisitos del Señor Jesús para las personas? ¿Amo al Señor? ¿Soy una persona que ama a Dios? ¿Cómo debería amar a Dios? Aunque el Señor Jesús sólo formulara esta pregunta a Pedro, la verdad es que en Su corazón quería utilizar esa oportunidad para extender este tipo de interrogante a más personas que buscan amar a Dios. Lo que ocurre es que Pedro fue bendecido y actuó como representante de este tipo de persona, y recibió las preguntas de la propia boca del Señor Jesús.

Comparado con “estira tu mano y ponla en Mi costado, y no carezcas de fe pero cree”, que el Señor Jesús dirigió a Tomás después de Su resurrección, Sus tres preguntas a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”, permite que las personas sientan mejor la severidad de Su actitud y la urgencia que Él sintió durante Su interrogatorio. En cuanto al dubitativo Tomás, con su naturaleza astuta, el Señor Jesús le permitió que alargara la mano y tocara las marcas de los clavos, y esto le permitió creer que Él era el Hijo del Hombre resucitado, y reconocer la identidad del Señor Jesús como Cristo. Y aunque Él no reprendió con severidad a Tomás ni expresó un claro juicio verbal sobre él, mediante actos prácticos le hizo saber que le entendía a la vez que manifestó Su actitud y Su determinación hacia esa clase de personas. Sus requisitos y expectativas hacia ellas no se pueden ver a partir de lo que Él dijo. Y es que las personas como Tomás sencillamente no tienen ni idea de la fe verdadera. Los requisitos del Señor Jesús para ellos son sólo en esto, pero la actitud que Él reveló hacia los que eran como Pedro es totalmente diferente. Él no le pidió a Pedro que alargara la mano y tocara las marcas de los clavos ni tampoco le dijo: “no carezcas de fe pero cree”. En vez de esto, le formuló varias veces la misma pregunta. Era una pregunta que invitaba a la reflexión, llena de significado, que provocaba indefectiblemente remordimiento y temor en cualquier seguidor de Cristo, pero que también sentía el ánimo angustiado y triste del Señor Jesús. Y cuando están soportando gran dolor y sufrimiento, son más capaces de entender la preocupación del Señor Jesucristo y Su interés; se dan cuenta de Su enseñanza sincera y de Sus requisitos estrictos a las personas puras y honestas. La pregunta del Señor Jesús permite que las personas sientan que las expectativas que Él tiene respecto a las personas, reveladas en estas simples palabras no son meramente para creer en Él y seguirle, sino para lograr tener amor, amar a tu Señor, a tu Dios. Este tipo de amor es preocuparse y obedecer, que los seres humanos vivan para Dios, mueran por Él, se lo dediquen todo a Él y gastarlo y darlo todo por Él. Esta clase de amor también consiste en darle consuelo a Dios, permitirle disfrutar del testimonio y que descanse. Es como un reembolso que la humanidad le hace a Dios, su responsabilidad, su obligación y su deber, y el camino en que esta debe seguir durante toda su vida. Estas tres preguntas eran un requisito y una exhortación que el Señor Jesús le hizo a Pedro y a todos aquellos que serían perfeccionados. Y fueron estas las que dirigieron a Pedro y lo motivaron a completar su camino en la vida; fueron las preguntas del Señor Jesús justo antes de partir las que le llevaron a empezar su senda hacia el perfeccionamiento; las que hicieron que, por su amor al Señor, se preocupara de Su corazón, le obedeciera, le ofreciera consuelo, toda su vida y todo su ser, a causa de este amor.

Durante la Era de la Gracia, la obra de Dios fue principalmente para dos tipos de personas. El primero, los que creían en Él y le seguían, que podían cumplir Sus mandamientos, llevar la cruz y aferrarse al camino de la Era de la Gracia. Esta clase de persona lograría la bendición de Dios y gozaría de Su gracia. El segundo tipo de persona era como Pedro, alguien que sería perfeccionado. Por tanto, después de que el Señor Jesús resucitara, lo primero que hizo fueron estas dos cosas llenas de significado. Una fue a Tomás y la otra a Pedro. ¿Qué representan estas dos cosas? ¿Acaso representan las verdaderas intenciones de Dios de salvar a la humanidad? ¿Representan la sinceridad de Dios hacia la humanidad? La obra que Él realizó con Tomás fue advertirles a las personas que no dudaran, y que sólo creyeran. En el caso de Pedro, fortaleció la fe de personas como él e hizo claros requisitos a este tipo de persona, para mostrar qué objetivos deberían perseguir.

Después de que el Señor Jesús resucitara, se apareció a aquellos que a Él le pareció necesario, habló con ellos y les presentó Sus requisitos, dejando atrás Sus intenciones y Sus expectativas respecto a ellos. Es decir, como Dios encarnado, no importaba si era durante Su tiempo en la carne o en el cuerpo espiritual después de haber sido clavado en la cruz y tras resucitar: Su preocupación por la humanidad y Sus requisitos a las personas no cambiaron. Le preocupaban estos discípulos antes de estar en la cruz; en Su corazón, Él tenía muy claro el estado de cada persona, entendió la deficiencia de cada uno y, por supuesto, Su comprensión de cada una de ellas fue la misma después de morir, resucitar y convertirse en un cuerpo espiritual, que cuando Él estaba en la carne. Él sabía que las personas no estaban del todo seguras de Su identidad como Cristo, pero durante Su tiempo en la carne no les hizo exigencias estrictas. Sin embargo, después de resucitar, se les apareció y los convenció absolutamente de que el Señor Jesús había venido de Dios, de que Él era Dios encarnado, y utilizó Su aparición y Su resurrección como la mayor visión y motivación para la búsqueda de la humanidad que dura toda una vida. Su resurrección de entre los muertos no sólo fortaleció a todos aquellos que lo seguían, sino que también puso en vigor Su obra de la Era de la Gracia entre la humanidad y, por tanto, el evangelio de la salvación del Señor Jesús en dicha era se difundió, poco a poco, a todos los rincones de la humanidad. ¿Dirías que la aparición del Señor Jesús después de   Su resurrección tuvo alguna relevancia? Si tú hubieras sido Tomás o Pedro en ese tiempo y te hubieras encontrado con algo tan significativo en tu vida, ¿qué clase de impacto tendría esto en ti? ¿Lo considerarías la mejor y más extraordinaria visión de tu vida de creencia en Dios? ¿Lo interpretarías como la fuerza impulsora de tu seguimiento de Dios, de tu esfuerzo por satisfacerle y de procurar Su amor en tu vida? ¿Dedicarías el esfuerzo de toda una vida a difundir esta visión, que es la mayor de todas? ¿Convertirías la difusión de la salvación del Señor Jesús en un encargo que aceptas de Dios? Aunque no hayáis experimentado esto, los dos ejemplos de Tomás y Pedro ya son suficientes para que las personas de hoy tengan un claro entendimiento de la voluntad de Dios y de Dios. Se puede decir que, después de que Dios se hiciera carne, después de que Él experimentara personalmente la vida entre la humanidad y una vida humana, y después de ver la depravación y la situación de la humanidad, Dios en carne sintió en mayor profundidad la impotencia, la tristeza y la condición lastimosa de la humanidad. Dios aumentó Su compasión por la condición humana por Su humanidad mientras vivió en la carne, por Sus instintos en la carne. Esto le llevó a sentir mayor preocupación por Sus seguidores. Es probable que no podáis entender estas cosas, pero puedo describir la preocupación y el interés de Dios en la carne hacia cada uno de Sus seguidores con esta frase: preocupación intensa. Aunque este término procede del lenguaje humano y es muy propio de los seres humanos, expresa y describe de verdad los sentimientos de Dios por Sus seguidores. En cuanto a la intensa preocupación de Dios por los seres humanos, en el transcurso de vuestras experiencias, podéis sentir esto poco a poco y probarlo. Sin embargo, esto sólo se puede conseguir mediante la comprensión gradual del carácter de Dios basada en buscar un cambio en el carácter del hombre. La aparición del Señor Jesús materializó Su intensa preocupación por Sus seguidores en humanidad y se la entregó a Su cuerpo espiritual, o, también se podría decir, Su divinidad. Su aparición permitió que las personas tuvieran otra experiencia y sentimiento de la preocupación y del cuidado de Dios, mientras demostraba también poderosamente que Dios es aquel que abre una era, la desarrolla y le pone fin. A través de Su aparición fortaleció la fe de todos, y demostró al mundo el hecho de que Él es Dios mismo. Esto proporcionó a Sus seguidores la confirmación eterna, a la vez que abrió una fase de Su obra en la nueva era.


Jesús come pan y explica las Escrituras después de Su resurrección

2019-09-11 20:32:02 | Palabra de Dios

Jesús come pan y explica las Escrituras después de Su resurrección

(Lucas 24:30-32) Y entonces mientras Él estaba sentado con ellos, tomó el pan, lo bendijo y lo partió y se lo dio. Y sus ojos se abrieron y lo conocieron. Luego Él desapareció de sus ojos. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras Él nos hablaba por el camino y mientras compartía con nosotros las escrituras?

Resurrección de Jesús,Conocer el amor de Dios

Los discípulos le dan un pez asado a Jesús para que coma

(Lucas 24:36-43) Y mientras ellos decían esto, Jesús mismo se paró en medio de ellos, y les dijo: La paz sea con vosotros. Pero ellos estuvieron aterrorizados y asustados, y suponían que habían visto un espíritu. Y Él les dijo: ¿Por qué estáis angustiados? ¿Y por qué vienen pensamientos a vuestro corazón? Mirad Mis manos y Mis pies, soy Yo mismo; tocadme y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que Yo tengo. Y cuando había dicho esto, les enseñó Sus manos y Sus pies. Cuando ellos no creían por completo debido a su alegría y estaban maravillados, Él les dijo: ¿Tenéis algo de comer? Y ellos le dieron un pedazo de pescado asado y un poco de miel. Y Él lo tomó y comió delante de ellos.

Seguidamente echaremos un vistazo a los pasajes anteriores de la escritura. El primero es un relato del Señor Jesús comiendo pan y explicando las escrituras después de Su resurrección, y el segundo es un relato de Él mismo comiendo un pez asado. ¿Qué tipo de ayuda proveen estos dos pasajes para conocer el carácter de Dios? ¿Podéis imaginar la clase de imagen que obtendréis a partir de estas descripciones del Señor Jesús comiendo pan y después pescado asado? ¿Podéis imaginar que estuviera de pie delante de vosotros, comiendo pan? ¿Cómo os sentiríais? ¿O si estuviera comiendo con vosotros en la misma mesa, o comiendo pescado y pan con las personas, qué tipo de sentimiento tendríais en ese momento? Si sientes que estarías muy cerca del Señor, que Él es muy íntimo contigo, este sentimiento es correcto. Es exactamente el fruto que el Señor Jesús quería producir actuando así delante de la multitud tras Su resurrección. Si Él sólo hubiera hablado con las personas tras Su resurrección, si no hubieran podido sentir Su carne y Sus huesos, y hubieran creído que se trataba de un Espíritu inalcanzable, ¿cómo se sentirían estas? ¿No estarían decepcionadas? Al sentirse así, ¿no se sentirían abandonadas? ¿No sentirían una distancia con el Señor Jesucristo? ¿Qué tipo de impacto negativo crearía esta distancia en la relación de las personas con Dios? Sin duda se sentirían asustadas, no se atreverían a acercarse a Él, y después querrían mantenerlo a una distancia respetable. Desde ahí en adelante, romperían su relación íntima con el Señor Jesucristo, y volverían a tener la de la humanidad con el Dios de arriba, en el cielo, tal como era antes de la Era de la Gracia. El cuerpo espiritual que las personas no podían tocar o sentir llevaría a la erradicación de su intimidad con Dios, y también haría que esa relación íntima —establecida durante el tiempo del Señor Jesucristo en la carne, sin distancia entre Él y los seres humanos— dejara de existir. Los sentimientos de las personas hacia el cuerpo espiritual son sólo miedo, evitación y una mirada silenciosa. No se atreven a acercarse a Él ni a mantener un diálogo con Él, por no hablar de seguirle, confiar en Él o tener esperanza en Él. Dios era renuente a ver este tipo de sentimiento que los humanos tenían por Él. No quería ver a las personas evitándole o apartándose de Él; sólo quería que lo entendieran, se acercaran a Él, y fueran Su familia. Si tu propia familia, tus hijos te vieran, pero no te reconocieran y no se atrevieran a acercarse a ti, sino que siempre te evitaran; si no pudieras obtener su entendimiento de todo lo que habías hecho por ellos, ¿cómo te sentirías? ¿No sería doloroso? ¿No te rompería el corazón? Esto es precisamente lo que Dios siente cuando las personas lo evitan. Así, después de Su resurrección, el Señor Jesús siguió apareciéndose a las personas bajo Su forma de carne y hueso, y comió y bebió con ellos. Dios ve a las personas como Su familia y también quiere que la humanidad lo vea así; sólo de esta manera puede Él ganar de verdad a las personas, y estas pueden amarlo y adorarlo verdaderamente. ¿Podéis entender ahora Mi propósito al extraer estos dos pasajes bíblicos en los que el Señor Jesús come pan y explica las escrituras, y los discípulos le dan pescado asado para que coma después de Su resurrección?

Puede decirse que la serie de cosas que el Señor Jesús dijo e hizo después de Su resurrección fue reflexiva y con buenas intenciones. Estaban llenas de la bondad y del afecto que Dios conserva por la humanidad y llenas de la apreciación y del cuidado meticuloso que Él tenía por la relación íntima que había establecido con la humanidad durante Su tiempo en la carne. Aún más, estaban llenas de la nostalgia y la esperanza que tenía por la vida de comer y vivir con Sus seguidores durante Su tiempo en la carne. Por eso, Dios no quería que las personas sintieran una distancia entre Él y el hombre, ni que la humanidad se alejase de Él. Aún más, no quería que el hombre sintiera que, después de Su resurrección, el Señor Jesús ya no era el Señor tan íntimo con las personas, que ya no estaba más junto a la humanidad porque regresaba al mundo espiritual, al Padre que las personas nunca podrían ver o alcanzar. No quería que las personas sintieran ninguna diferencia en posición entre Él y la humanidad. Cuando Dios ve a personas que quieren seguirle pero lo mantienen a una distancia respetable, Su corazón se aflige porque eso significa que sus corazones están muy lejos de Él, y será muy difícil para Él ganarlos. Por tanto, si hubiera aparecido a las personas en un cuerpo espiritual que no pudieran ver o tocar, esto habría distanciado una vez más al hombre de Dios, y habría llevado a la humanidad a ver erróneamente a Cristo tras Su resurrección como si se hubiera vuelto elevado, de una clase diferente que los humanos, alguien que ya no compartiría una mesa ni comería con el hombre porque los humanos son pecadores, inmundos, y nunca pueden acercarse a Dios. Con el fin de eliminar estas malinterpretaciones de la humanidad, el Señor Jesús hizo numerosas cosas que hacía frecuentemente en la carne, tal como se registra en la Biblia: “tomó el pan, lo bendijo y lo partió y se lo dio”. Él también les explicó las escrituras, tal como solía hacerlo. Todo esto que el Señor Jesús llevó a cabo hizo que cada persona que lo vio sintiera que el Señor no había cambiado, que seguía siendo el mismo Señor Jesús. Aunque había sido clavado en la cruz y había experimentado la muerte, había resucitado y no había dejado a la humanidad. Había vuelto para estar entre los humanos, y Su todo no había cambiado. El Hijo del Hombre que estaba de pie delante de esas personas seguía siendo el mismo Señor Jesús. ¡Su comportamiento y Su conversación con las personas eran tan familiares! Seguía tan lleno de bondad, gracia y tolerancia; seguía siendo aquel Señor Jesús que amaba a los demás como a sí mismo, que podía perdonar a la humanidad setenta veces siete. Como siempre, comió con las personas, les explicó las escrituras y, lo más importante, como lo había hecho antes, era de carne y hueso y se le podía tocar y ver. El Hijo del Hombre permitió, de esta forma, que sintieran aquella intimidad, que se sintieran a gusto y que tuvieran el gozo de recuperar algo que se había perdido; y también estaban lo bastante a gusto como para empezar a confiar con valentía y confianza en este Hijo del Hombre que podía perdonarle sus pecados a la humanidad, y admirarle. También empezaron a orar el nombre del Señor Jesús, sin vacilaciones, a orar para obtener Su gracia, Su bendición y lograr Su paz y Su gozo, Su cuidado y Su protección, y a sanar a los enfermos y expulsar demonios en el nombre del Señor Jesús.

Durante el tiempo en el que el Señor Jesús obró en la carne, la mayoría de Sus seguidores no pudieron comprobar por completo Su identidad y las cosas que dijo. Cuando fue a la cruz, la actitud de ellos fue de expectación; cuando fue clavado en la cruz y hasta que fue sepultado, su comportamiento fue de decepción. Durante este tiempo, habían empezado a pasar en sus corazones de la duda a la negación de las cosas que el Señor Jesús había dicho durante el tiempo que estuvo en la carne. Y cuando Él salió de la tumba y se fue apareciendo una por una a las personas, la mayoría de los que le habían visto con sus propios ojos o que habían oído las nuevas de Su resurrección fueron pasando poco a poco de la negación al escepticismo. Cuando Él hizo que Tomás pusiera su mano en Su costado, cuando partió el pan y comió delante de ellos, después de Su resurrección y sólo entonces, y después de que Él comiera pescado asado delante de ellos, aceptaron realmente que el Señor Jesús era el Cristo en la carne. Se podría decir que fue como si ese cuerpo espiritual, con carne y huesos, allí delante de aquellos hombres los estuviera despertando a todos de un sueño: el Hijo del Hombre que estaba allí, frente a ellos, era aquel que había existido desde tiempos inmemoriales. Tenía una forma, era de carne y hueso, y ya había vivido y comido con la humanidad durante largo tiempo… ¡En ese momento, las personas sintieron que Su existencia era tan real, tan maravillosa! ¡Estaban, asimismo, tan gozosos y felices, y, a la vez, tan llenos de emoción! Y Su reaparición permitió que vieran de verdad Su humildad, que sintieran Su cercanía, Su preocupación y Su apego por la humanidad. Esta breve reunión hizo que las personas que vieron al Señor Jesús sintieran como si hubiera transcurrido toda una vida. Sus corazones perdidos, confusos, asustados, angustiados, anhelantes y entumecidos hallaron consuelo. Ya no dudaban ni se sentían decepcionados, porque sentían que ahora había esperanza, algo en que confiar. El Hijo del Hombre allí delante de ellos estaría detrás de ellos por toda la eternidad; sería su torre fuerte, su refugio en todo tiempo.

Aunque el Señor Jesús había resucitado, Su corazón y Su obra no habían abandonado a la humanidad. Con Su aparición les dijo a las personas que independientemente de la forma en la que Él existiera, los acompañaría, caminaría y estaría con ellos en todo tiempo, en todo lugar. Y así, proveería para la humanidad y la pastorearía; permitiría que ellos lo vieran y lo tocasen, y se aseguraría de que nunca más volvieran a sentirse indefensos. El Señor Jesús también quería que las personas supieran esto: no estaban solos durante su vida en este mundo. La humanidad cuenta con el cuidado de Dios; Él está con ellos; las personas pueden apoyarse siempre en Él, quien es la familia del cada uno de Sus seguidores. Con Su apoyo, la humanidad ya no estaría sola ni indefensa, y aquellos que le aceptan como ofrenda por su pecado dejarán de estar atados al pecado. A los ojos humanos, estas porciones de la obra que el Señor Jesús llevó a cabo después de Su resurrección fueron cosas muy pequeñas, ¡pero en Mi opinión cada una de ellas fue tan significativa, tan valiosa, y fueron todas tan importantes y de tanto peso!

Aunque el tiempo en que el Señor Jesús obró en la carne estuvo lleno de dificultades y sufrimiento, por medio de Su aparición en Su cuerpo espiritual de carne y hueso terminó por completo, y de una forma perfecta, Su obra de aquel tiempo de Su encarnación para redimir a la humanidad. Comenzó Su ministerio haciéndose carne y acabó Su ministerio apareciéndose a la humanidad en Su forma carnal. Anunció la Era de la Gracia, la inició por medio de Su identidad como Cristo, a través de la cual llevó a cabo la obra en dicha era y fortaleció y dirigió a todos Sus seguidores en ella. De la obra de Dios se puede decir que Él verdaderamente acaba lo que empieza. Existen pasos y un plan, lleno de la sabiduría de Dios, de Su omnipotencia y de Sus maravillosos hechos, de Su amor y de Su misericordia. Por supuesto, el hilo principal que recorre toda la obra de Dios es Su preocupación por la humanidad; está impregnada de Sus sentimientos de preocupación que nunca puede dejar de lado. En estos versículos de la Biblia, en todo lo que el Señor Jesús hizo después de Su resurrección, lo que se reveló fueron las esperanzas y la preocupación inmutables de Dios por la humanidad, así como Su meticuloso cuidado y Su estima por los seres humanos. Hasta ahora, nada de esto ha cambiado, ¿podéis verlo? Cuando lo veis, ¿no se acerca vuestro corazón automáticamente a Dios? Si vivierais en aquella época y el Señor Jesús se os apareciera después de Su resurrección, en una forma tangible para que pudierais verle, y si se sentara frente a vosotros, comiera pan y pescado y os explicara las escrituras, hablara con vosotros, ¿cómo os sentiríais? ¿Estaríais felices? ¿Y culpables? Los malentendidos previos y el evitar a Dios previamente, los conflictos previos con Dios y las dudas previas sobre Dios, ¿no desaparecerían todos por completo? ¿No se volvería más adecuada la relación entre Dios y el hombre?