Desde que empezamos a creer en el Señor, sabíamos que orar a Dios y tener comunión con Él es indispensable para nuestra vida espiritual. Porque la palabra de Dios dice: “La oración es una de las formas en las que el hombre coopera con Dios, es un modo por medio del cual el hombre invoca a Dios y es el proceso por medio del cual el Espíritu de Dios toca al hombre. Se puede decir que los que están sin oración son muertos que no tienen espíritu, lo que prueba que les hacen falta las facultades para que Dios los toque. Sin la oración, no pueden alcanzar una vida espiritual normal, mucho menos pueden seguir la obra del Espíritu Santo; sin la oración, rompen su relación con Dios y no pueden recibir la aprobación de Dios. Siendo que eres alguien que cree en Dios, entre más ores, más te toca Dios. Esas personas tienen una mayor determinación y pueden recibir más la iluminación más reciente de Dios; como resultado, el Espíritu Santo puede perfeccionar sólo a personas como estas tan pronto como sea posible”. Aquí se menciona que una persona sin oración no es alguien que vive delante de Dios; quien no ora no tiene espíritu y viceversa. La oración es la necesidad en nuestra vida espiritual. Cuando leemos la Palabra de Dios, orar puede ayudarnos a obtener la iluminación del Espíritu Santo, entender la voluntad de Dios, y encontrar el camino de la práctica de la Palabra de Dios; cuando nos encontramos en peligros y adversidades, es a través de nuestra oración que Dios nos da verdadera fe y valor. Por así decirlo, cuanto más oramos a Dios, más fuerte se vuelve nuestra fe en Él, más abundante es nuestro entendimiento de la verdad, y más grande es nuestra resolución de amarlo. Puesto que la oración puede producir tales resultados, algunas personas pueden preguntar: Para que nuestra oración esté de acuerdo con la voluntad de Dios y logre estos resultados, ¿qué principios debemos comprender? Ahora, me gustaría compartir el comunicación en esto específicamente.
Primero, el verdadero significado de orar a Dios es comprender la verdad, obedecer a Dios, adorar a Dios y nunca participar en rituales religiosos.
Orar es una manera de adorar a Dios. Para que nuestras oraciones sean efectivas, primero debemos encontrar el camino dentro de la Palabra de Dios y entender el verdadero significado de la oración. La Palabra de Dios dice: “La oración no es un proceso de pasar por las formalidades o de seguir un procedimiento o de recitar las palabras de Dios, es decir, la oración no quiere decir repetir palabras como perico y copiarles a los demás. En la oración le debes dar tu corazón a Dios, compartiendo con Dios las palabras que están en tu corazón para que Dios te pueda tocar”. “Si oras con frecuencia, sabes cómo hacerlo, y oras a menudo de forma sumisa y razonable, tu condición será particularmente normal en tu interior. Si oras frecuentemente con algunos eslóganes y no tienes una carga ni reflexionas en si estás hablando de manera razonable o no en tu oración, y qué tipo de lenguaje no es adoración verdadera ni te tomas nunca en serio estos asuntos, tus oraciones no tendrán éxito y la condición en tu interior siempre será anormal. No entrarás nunca en profundidad en las lecciones respecto a lo que es la razón normal, la sumisión verdadera, la verdadera adoración, y dónde mantenerse. Todos estos asuntos son sutiles”. De la palabra de Dios entendemos. Cuando oramos, debemos tener buenas intenciones, tomar una actitud de piedad, y tener un corazón receptivo y obediente. Sólo así nuestras oraciones pueden obtener la aprobación de Dios y estar de acuerdo con Su voluntad. Si no oramos con seriedad y con un corazón tranquilo delante de Dios, sino que oramos hablando unas pocas palabras de manera casual y sin sinceridad, e incluso exigiendo irrazonablemente que Dios haga esto o aquello, entonces tales oraciones no son las de obedecerlo o adorarlo, sino las de llevar a cabo una ceremonia religiosa y yendo directamente a la salida. Dios nunca acepta tales oraciones.
Entonces, ¿cuál es el verdadero significado de la oración? La oración de uno no es por sus propios intereses personales, sino más bien para entender la Palabra de Dios, para practicar la verdad de acuerdo a la Palabra de Dios, y para actuar de acuerdo a Su voluntad. El Señor Jesús dijo: “Pero buscad primero su reino y su justicia...” (Mateo 6:33). Aquí vemos que la oración debe ser con el propósito de la obra de Dios, para satisfacerlo y para llevar a cabo Su voluntad. Tomemos como ejemplo la oración de Pedro. No importaba las cosas que encontrara, rezaba con un corazón sumiso para buscar la voluntad de Dios. Dejó de ser su propio amo aun en comida, vestimenta y refugio; en cambio, se exigió estrictamente a sí mismo para practicar de acuerdo con la palabra del Señor. Así que todas sus oraciones estaban en concierto con la voluntad de Dios y todo lo que él hacía podía glorificar a Dios. Eventualmente, fue perfeccionado por Dios, y llegó a ser una persona verdaderamente obediente a Él y que tenía verdadera adoración a Dios. Pero las oraciones de los fariseos eran completamente diferentes. Sus oraciones eran total y completamente para conservar su estatus y sustento, para establecerse y exaltarse a sí mismos. Además, a fin de engañar a esas personas comunes e ignorantes para que las adoraran y obedecieran, se pararon a propósito en las sinagogas y en las encrucijadas para participar en largas oraciones. Por eso, el Señor Jesús los criticó diciendo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación” (Mateo 23:14). A través de la palabra del Señor Jesús, podemos ver que las oraciones de los fariseos eran hipócritas y religiosas. Dios no aprueba, sino que desprecia tales oraciones.
Entonces, ¿cuál es el verdadero significado de la oración? La oración de uno no es por sus propios intereses personales, sino más bien para entender la Palabra de Dios, para practicar la verdad de acuerdo a la Palabra de Dios, y para actuar de acuerdo a Su voluntad. El Señor Jesús dijo: “Pero buscad primero su reino y su justicia...” (Mateo 6:33). Aquí vemos que la oración debe ser con el propósito de la obra de Dios, para satisfacerlo y para llevar a cabo Su voluntad. Tomemos como ejemplo la oración de Pedro. No importaba las cosas que encontrara, rezaba con un corazón sumiso para buscar la voluntad de Dios. Dejó de ser su propio amo aun en comida, vestimenta y refugio; en cambio, se exigió estrictamente a sí mismo para practicar de acuerdo con la palabra del Señor. Así que todas sus oraciones estaban en concierto con la voluntad de Dios y todo lo que él hacía podía glorificar a Dios. Eventualmente, fue perfeccionado por Dios, y llegó a ser una persona verdaderamente obediente a Él y que tenía verdadera adoración a Dios. Pero las oraciones de los fariseos eran completamente diferentes. Sus oraciones eran total y completamente para conservar su estatus y sustento, para establecerse y exaltarse a sí mismos. Además, a fin de engañar a esas personas comunes e ignorantes para que las adoraran y obedecieran, se pararon a propósito en las sinagogas y en las encrucijadas para participar en largas oraciones. Por eso, el Señor Jesús los criticó diciendo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación” (Mateo 23:14). A través de la palabra del Señor Jesús, podemos ver que las oraciones de los fariseos eran hipócritas y religiosas. Dios no aprueba, sino que desprecia tales oraciones.
En segundo lugar, debemos recurrir a nuestras dificultades prácticas y problemas cuando rezamos a Dios. No debemos apartarnos de la realidad y hablar palabras vacías, o hablar de cartas y doctrinas.
En nuestra vida, siempre encontramos todo tipo de dificultades. En este momento, ¿cómo debemos orar a Dios? Él dice: “El estándar más bajo que Dios exige de las personas es que le puedan abrir sus corazones. Si el hombre le da a Dios su corazón sincero y le dice a Dios lo que realmente hay dentro de su corazón, entonces Dios estará dispuesto a obrar en el hombre; Dios no quiere el corazón torcido del hombre sino su corazón puro y honesto. Si el hombre no le dice a Dios lo que de verdad hay en su corazón, entonces Dios no toca el corazón del hombre ni obra dentro de él. Por lo tanto, lo más crucial acerca de la oración es decirle a Dios las palabras de tu auténtico corazón, hablarle a Dios de tus defectos o de tu carácter rebelde y abrirte completamente a Dios. Sólo entonces Dios estará interesado en tus oraciones; si no, entonces Él ocultará Su rostro de ti”. La palabra de Dios nos indica una manera de practicar. Cuando enfrentamos dificultades prácticas, debemos orar ante Dios con una actitud de piedad, y abrirle nuestro corazón: Pronunciar las palabras de nuestro corazón con honestidad; no digas palabras vacías o falsas o mientas para engañarle. Pero si cerramos nuestros corazones a Dios, y sólo decimos algunas palabras elevadas y agradables para engañar a Dios, entonces Él no puede ver nuestros corazones honestos, y por eso no aprobará tales oraciones. Por ejemplo, algunas personas oran a Dios: “¡Oh Dios! Estoy dispuesto a dedicarme por entero a Ti. Estoy dispuesto a dedicarte todo lo que tengo”, pero después no hacen nada por Dios. Algunas personas dicen, “¡Oh Dios! Me gustaría consumirme en Ti y ofrecerte mi corazón. Me gustaría servirte y serte leal”, pero después de decir eso, ellos todavía se rebelan contra Dios como lo hacían antes, ¿no es esto engañar a Dios? Algunas personas rezan a Dios, diciendo: ¡“Oh, Dios! Estoy dispuesto a abandonar todo para seguirte”, pero habiendo orado, no renuncian a nada. Algunas personas le dicen a Dios: "Oh, Dios, te amaré toda mi vida," pero en realidad nunca aman a Dios en su vida: lo que aman son a ellos mismos, su persona, sus hijos y su dinero. Mira estas oraciones. Todas son palabras vacías que engañan a Dios. Esto es suficiente para probar que somos demasiado impíos ante Dios, y que no tenemos un temor de Él. Dios no escucha nuestras oraciones de esta manera, así que son infructuosas. Si no nos arrepentimos y continuamos orando de esta manera, seremos detestados por El.
En tercer lugar, debemos orar con frecuencia a Dios sobre los problemas de cumplir con nuestro deber y entrar en la vida, buscando comprender la verdad y entrar en la realidad.
Cuando nos gastamos para Dios en el cumplimiento de nuestro deber, muchos hermanos y hermanas creen que mientras confesemos nuestros pecados y nos arrepintamos más en nuestra oración ante el Señor, difundamos más el Evangelio, hagamos más trabajo y prediquemos más sermones, entonces estaremos en conformidad con la voluntad de Dios y seremos alabados por Él. Pero de hecho, esto no es cierto. Tal práctica es errónea. Porque en el cumplimiento de nuestro deber aún quedan muchos problemas y situaciones por resolver. La palabra de Dios dice: “Cuando cumples tu deber o trabajas en algo, deberías pensar siempre: ¿cómo debería cumplir este deber? ¿Cuál es la intención de Dios? A través de los asuntos te acercas a Dios, y mediante ese acercamiento a Dios, buscas los principios y las verdades para hacer las cosas, buscas la voluntad de Dios desde dentro y no abandonas a Dios en nada de lo que haces. Ésta es una persona que cree de verdad en Dios. […] Las personas suelen ver bien y considerar correctas las ideas humanas, y es como si no violaran tanto la verdad. Las personas sienten que hacer las cosas así es poner la verdad en práctica, someterse a Dios. En realidad, las personas no están buscando verdaderamente a Dios ni oran a Él sobre esto. No están luchando por hacer las cosas bien y satisfacer la voluntad de Dios ni para hacerlo bien según Sus requisitos. No están en esta situación verdadera ni tienen semejante deseo. Éste es el mayor error que las personas cometen en su práctica, porque crees en Dios, pero Él no está en tu corazón. ¿Cómo podría no ser esto un pecado? ¿Cómo podría no ser esto engañarte a ti mismo? ¿Qué efecto tiene creer de este modo? ¿Dónde está el significado práctico de creer en Dios?” De la Palabra de Dios podemos entender que el cumplimiento del deber es un camino por el cual nuestra vida puede crecer. El deber nos es confiado por Dios, y debemos desarrollar una verdadera carga por ello. Cuando cumplimos con nuestro deber, no es el caso que mientras cumplamos con las cosas que Dios nos ha confiado, entonces estamos satisfaciendo a Dios. Si no buscamos resolver las dificultades y problemas de nuestro deber, ¿podemos satisfacer a Dios? Por lo tanto, debemos pedir y orar más a Dios, encontrar una manera de practicar en Su palabra, y cumplir con nuestro deber de acuerdo a Sus requerimientos. También debemos reflexionar en todo momento acerca de si tenemos nuestros propios pensamientos adulterados en el cumplimiento de nuestro deber o si estamos haciendo algo que traiciona la verdad y los principios y después de encontrarlos, debemos dar la vuelta rápidamente. Si podemos atender seriamente todo lo que Dios nos confía, entonces nuestra vida crecerá al cumplir nuestro deber, y nuestra disposición contaminada, gradualmente se limpiará y cambiará. De hecho, no sólo debemos enfocarnos en practicar la palabra de Dios en el cumplimiento de nuestro deber, sino que debemos vivir por la palabra de Dios en nuestro trabajo y vida diaria. Solamente cuando practicamos siempre de esta manera podemos entender la verdad y entrar en su realidad, cambiar nuestra disposición de vida y convertirnos en una persona que es encomendada por Dios.
En cuarto lugar, debe haber reverencia por Dios en nuestras oraciones, y debemos ser razonables. No debemos hacer exigencias a Dios, forzar a Dios o tomar ventaja de Dios, y mucho menos podemos hacer intercambios con Dios.
La palabra de Dios dice, “Deberías buscar y someterte en tus oraciones; por ejemplo, si te sobrevino un problema que no supiste manejar, dices: ‘¡Oh Dios! Este problema ha caído sobre mí, y no sé cómo manejarlo. Estoy dispuesto a satisfacerte en este asunto, estoy dispuesto a buscarte, deseo que Tu voluntad se lleve a cabo, actuar según Tus propósitos, y no según los míos. Sabes que los propósitos del hombre quebrantan Tu voluntad; se resisten a Ti y no se conforman a la verdad. Sólo deseo comportarme conforme a Tus propósitos. Te pido que me esclarezcas y guíes en este tema, para que no Te ofenda…’. Este es el tono de voz adecuado en la oración. Si dices simplemente: ‘Oh Dios, te pido que me ayudes y guíes; que prepares un entorno adecuado y personas adecuadas para mí, de forma que pueda irme bien en mi trabajo’, cuando esta clase de oración termina, sigues sin saber cuál es la voluntad de Dios, porque estás intentando hacer que Él haga las cosas según tus propósitos”. La palabra de Dios nos da una manera de practicar la oración a Él. Cuando oramos, debemos permanecer en la posición correcta y ser razonables; no debemos hacer demandas a Dios, o forzarlo a hacer esto o aquello. No importa el tipo de dificultades que encontremos, o si entendemos la voluntad de Dios, debemos orar con reverencia por Dios, permaneciendo en la posición de una criatura y conservando un corazón de obediencia a Él. Tome como ejemplo la oración del Señor. Antes de la crucifixión, el Señor Jesús se postró en la tierra y oró en el Huerto de Getsemaní: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras” (Mateo 26:39). De esto podemos ver que aun cuando el Dios encarnado oró al Padre celestial, Él conservó un corazón obediente, actuó completamente de acuerdo a la voluntad de Dios Padre, y no tuvo elección propia. Pero en la vida real, nuestras oraciones no son razonables. A menudo exigimos que Dios haga esto o aquello para lograr nuestros propios objetivos sin la más mínima reverencia a Dios. Forzamos nuestros propios deseos sobre Dios y le pedimos que haga las cosas de acuerdo con nuestras ideas, y exigimos cosas de Él con la intención de llevar a cabo transacciones con Dios. Por ejemplo, frente a las dificultades, muchas personas no se preocupan por la voluntad de Dios, sino que sólo lo molestan con oraciones incesantes que incluyen ayuda para resolver sus problemas; cuando algunas personas se encuentran con la enfermedad, no buscan entender la voluntad de Dios, sino que sólo le piden a Dios para darles una curación rápida, y quitarles el tormento de su enfermedad; además, hay también algunas personas que siempre piden a Dios que bendiga a sus familias, a sus parientes, a su todo, y así sucesivamente. Todas estas oraciones son irracionales, sin sumisión, y no se ajustan a la voluntad de Dios.
Los que se mencionan anteriormente son los cuatro principios de orar e implorar a Dios. Mientras los captemos, los practiquemos y los apliquemos en nuestra vida diaria, obtendremos iluminación y esclarecimiento de Dios, comprenderemos Su voluntad y recibiremos Su guía y liderazgo.
Los que se mencionan anteriormente son los cuatro principios de orar e implorar a Dios. Mientras los captemos, los practiquemos y los apliquemos en nuestra vida diaria, obtendremos iluminación y esclarecimiento de Dios, comprenderemos Su voluntad y recibiremos Su guía y liderazgo.
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
(Traducido del original en inglés al español por Luis Carlos Villegas)
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